«La cantidad de silencio que necesito no existe en el mundo, desde que se deduce que nadie debería necesitar tanto silencio». (Franz Kafka)
Me siento como un animal herido. Un animal grande, de más de cien kilos. Mi cuerpo es pesado y complicado de controlar; se tambalea de vez en cuando y a veces tiembla. Tengo una herida abierta desde hace mucho tiempo que no se termina de cerrar. Antes pensaba tener claro cuál era su origen y, sobre todo, el responsable, pero conforme pasan los años y no se cierra, he empezado a comprender que, tal vez, no vaya a hacerlo nunca. En ocasiones reflota y vuelve a doler, a escocer de una forma horrible. Nunca he sido demasiado capaz de gestionar mi dolor, y cuando se trata de algo tan profundo, mucho menos. Es cierto que antes no podía hacerlo de ninguna manera y simplemente estallaba en una vorágine de odio y lágrimas hacia todos los que me rodeaban; ahora... bueno, ahora aún no sé cómo estoy consiguiendo lidiar con él. He aprendido a ocultarlo de una forma poco elegante. Me pregunto si el dolor vuelve a surgir a la superficie porque estoy intentando dejar de tomar Orfidal aunque estos días, con la cuarentena, haya tenido que volver a tomar medio... y medio, y medio, y medio.
Me da mucho miedo llegar a una dependencia extrema de ésas pastillas. Sobre todo, porque sé cuáles son los efectos y lo que pueden llegar a ocasionar en mi cuerpo. Pero por otra parte pienso que resistirme puede llegar a hacerme daño. A veces siento diferentes tipos de dolor: el silencioso, o el que me pide con golpes salir. Este último suelo paliarlo con las pastillas, lo hacen desvanecerse y se me olvida por completo. ¿Acaso no estoy hablando ahora como una completa adicta? Sí, puede ser. Puede ser que ya lo sea.
La ansiedad que siento en la actualidad es ésa que hace que me duelan los huesos. Sobre todo la siento en la espalda y en los brazos. Sé que no es por sobre-esfuerzo del ejercicio, no son agujetas ni nada parecido. Es tensión en los músculos que rodean mi columna vertebral. Sé también que debería haber sido responsable e ir a un fisioterapeuta como me indicaron los médicos, pero tampoco me agrada la idea de dejar que alguien vea mi cuerpo desnudo. Muchos años después, sigo sin poder. Ya, ya lo sé, es una cuestión médica, pero se me atraganta.
Respiro profundamente. La mayoría de las técnicas para controlar la ansiedad ya no funcionan conmigo, y no porque sepa cuál es su propósito, sino porque lo único que consiguen al final es ponerme más nerviosa. El silencio y el tratar de acallar mis pensamientos está resultándome imposible. Sólo estando demasiado cansada y destrozada, sin las fuerzas necesarias para forzarme un par de palabras, consigo descansar algo. Y, a veces, ni éso, porque los sueños que tengo no paran de recordarme lo mismo una y otra vez. Parece que mi cerebro está jugándome una mala pasada y, de hecho, ni siquiera quiere que salga de ésta.
Ya, ya lo sé. El estrés post-traumático tiene que tratarse antes de que se cronifique. Pero no se me ocurre ninguna manera de reunir fuerzas para deshacerme de la mitad de los pensamientos de... de éso que te marca para siempre.
Me asustó descubrirme a mí misma, tumbada en mi cama, tapada hasta las cejas, y pensando que no quiero nada. He abandonado cualquier esperanza o atisbo de mejora. Hace muchos años que lucho contra ésto, contra una enfermedad, contra un shock o como quiera que se desee llamar o etiquetar. Y llevo manteniendo viva una llama que debería estar apagada desde hace mucho. Cierro los ojos en la oscuridad y ya ni siquiera quiero llorar o imaginar que las cosas en algún punto van a poder mejorar. No, no quiero nada. Llega un punto en el que pierdes todas las ganas, y las ganas se llevan todo lo demás. No puedo seguir manteniendo mi cuerpo de pie, y mucho menos las ilusiones que están muertas. Arrastro sus cadáveres por dentro. En el fondo, pienso que todos los problemas y enfermedades físicas que tengo de cintura para abajo me los tengo bien merecidos. Ni siquiera fui capaz de decirle al ginecólogo que creo que tengo esto por dentro porque aborté.
Me recorre un escalofrío la espalda. Deshacerme de ésas imágenes en la cabeza también es horriblemente difícil. La mayoría de veces ni siquiera lo consigo. Antes tenía más fuerza para empujar mis procesos cognitivos hacia algo cognitivo, sé que presionarme ahora no va a servir de nada pero no puedo evitar la inercia. Deshacerme de todas las imágenes de color verde es jodido.
Quizá ni lo consiga.
No, realmente nunca te importó; lo cierto es que, ahora, a mí tampoco. Mi cerebro sólo pide descanso y soy incapaz de dárselo de una forma sana. Ya no es una explosión de emociones, de rabia y de tristeza sin sentido, ahora simplemente se ha reducido a un dolor silencioso del que nadie es plenamente consciente, por mucho que trate de explicarlo y expresarlo. Incluso pienso que no quisiera transmitírselo al 100% a nadie. Me da vergüenza que puedan llegar a entenderme. Hay muchas cosas que te marcan en la vida y que todo el mundo piensa que tienes superadas, pero lo cierto es que no. Que cuesta muchísimo deshacerte de todo lo que piensas. Sobre todo, cuando ves que tu alrededor tiene problemas mucho más serios que los de una estúpida niña que es incapaz de decir adiós.
Por éso me siento egoísta y no soy capaz de decírselo a nadie. Lo que me duele de verdad. Por éso y por el miedo de volver a caer en el mismo agujero de siempre. Es una trampa que me tiendo a mí misma de forma continuada. Como un bucle temporal extraño. Supongo que seguiré haciéndolo, soy muy torpe.
Estoy cansada.
I remember years ago
Someone told me I should take
Caution when it comes to love
I did, I did
And you were strong and I was not
My illusion, my mistake
I was careless, I forgot
I did
And now when all is done
There is nothing to say
You have gone and so effortlessly
You have won
You can go ahead tell them
~
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