lunes, 30 de septiembre de 2019

El silencio está lleno de ruidos —me digo— y no lo oyes, no lo oyes de verdad. Oyes al silencio.

«Si se pudiera romper y tirar el pasado como el borrador de una carta o de un libro. Pero ahí queda siempre manchando la copia en limpio, y yo creo que éso es el verdadero futuro.» (Julio Cortázar)


Si cierro los ojos, creo que no puedo ver la calma. No han sido pocas las ocasiones en las que he creído que alguien se la llevó hace tiempo. Pensamientos que se cruzan hacia aquí y hacia allí incesantemente; sin dejarme un segundo de descanso, sin ofrecerme un poco de tregua. Echo de menos la neutralidad, el estar en un punto intermedio que permita a mis neuronas dejar de descargar electricidad continuamente. Creo que antes podía conseguirlo de una manera más efectiva mediante la medicación, pero estos últimos días parece que me ha sido insuficiente. A veces me dan ganas de abrirme el cráneo para comprobar qué es lo que está mal y tratar de repararlo. Tratar de respirar al compás, siguiendo un patrón, con tranquilidad, se ha convertido en todo un reto.

Una de las peores cosas que puedo estar gestionando es el hecho de continuamente estar dando información acerca de mi comportamiento, de cómo me comporto, de por qué lo hago, y que la gente no llegue a comprenderlo o ni siquiera quiera ponerse ligeramente en mi posición. Soy una persona enferma mental. Pero como no me falta ningún brazo, no tengo ninguna deformidad o, en definitiva, no es visible, a la gente se le olvida. Frunzo el ceño. Yo siempre estoy tratando de vigilar mis palabras para no herir a nadie porque sé lo que duele. Nadie hace lo mismo de vuelta. O a lo mejor a mí me duele más, ¡razón de más para ser cuidadosos con la otra persona!


Llevo algunas noches soñando con aquellas personas de mi vida que en algún momento me hicieron demasiado daño. No sé por qué siguen recorriendo mi mente de vez en cuando. Se supone que, cuando una persona te hiere, tiendes a odiarle. Tiende a dolerte tantísimo lo que te ha causado que, en definitivas cuentas, no eres capaz de empatizar con el hecho de que te haya dañado. No siempre te hieren con intención; en la mayoría de ocasiones, el daño emocional no tiene intención. Si cierras fuerte los ojos, incluso puedes llegar a verlo. Se colorea. Es como una serpiente nadando entre los pliegues y cisuras de tu cerebro. Parece sencillo pero vivo en una nube, en una burbuja, en un lugar que está aquí pero lejos de aquí donde las cosas duelen mucho menos. La gente sabe expresarse a través del arte, de la música, de la escritura. Necesitamos drenar ese dolor. Y tú me hiciste tantas heridas por todo el cuerpo que aún a día de hoy siguen supurando. Se les caen las costras, sale dolor. Cuando decides dejar de tomar el control y gritar, todo deja de ser poético. El dolor se transfigura como si fuese una mariposa saliendo de su capullo y se transforma en lo físico. En lo tangible.


Abandonarlo todo a su suerte y simplemente depender de unas cuantas capsulitas de compuestos químicos se vuelve una tentación demasiado fuerte. Cuando me abandonaste, confié mi sino a cinco Orfidales al día. No era sencillo, ni siquiera era placentero, pero conseguía dormir el suficiente tiempo como para olvidarme algunas horas de mi dolor. Recuerdo que cuando despertaba, volvía a salir a raudales. Era una marea gigante que me abrasaba y me envolvía todo el cuerpo. Pantalla de nuevo. Nunca hubo compasión ni conmiseración conmigo, es verdad. La crueldad que sacudía mi cuerpo ni siquiera era digna de ser humana. Recuerdo que fui feliz, fueron las últimas veces que recuerdo haber sido feliz de verdad. Mi enfermedad me sentenció. Pero los demás también lo hicieron. 

Nunca se me dio bien gestionar y lidiar con el dolor. Para mí siempre había sido abrumador. Siempre he dependido de alguien. Porque si tuviese que encontrarme continuamente tratándome a mí misma, sería sencillamente agotador, y hubiese acabado abriéndome las venas en canal hace muchísimos años. 

Todo duele demasiado. Ya no me lees.


Estoy en regresión y creo que el dolor que padezco es tan fuerte que me está arrastrando de los tobillos hacia atrás. Me encuentro de nuevo en Enero, en Marzo, en Mayo, tratando por todos los medios de quitarme el pelo de la cara y luchar contra el cansancio, contra el hastío; guerra permanente en la que no sirve de nada que se alce la bandera blanca. Si cierro los ojos lo único que me explota en la cara es el dolor, estoy manchada de dolor. Daría todo porque te hubieses ido sin más. El asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Si fuese valiente y no te quisiese, no seguiría aquí. Pero permanezco un poco de pie todavía, porque la esperanza es lo último que abandona el cuerpo de los seres humanos cuando están muertos. No es el alma. No son los gusanos. Es la esperanza. Vuelvo a echarme el pelo hacia atrás, ahora me molesta. Quiero quebrarme en cien pedazos, volver a caerme por aquellas escaleras, volver a mirar las paredes blancas desesperada, buscando figuras en el gotelé, sabiendo que me da igual si entra alguien. Me da igual la suerte que corra porque ya estoy muerta. ¿Acaso hay dos muertes? ¿Acaso existe algo más fuerte, más potente, más doloroso?

He luchado mucho. Tal vez de alguna manera sigo luchando. Como los patos que mueven rápidamente las patas debajo del agua, bajo su plumaje blanco. Si cierras los ojos, patalea. No, es que ya no puedo más. Sólo vuelve, joder. Oh, mierda, no debería haber dicho eso. Pero es que lo necesito, te necesito.


Ahora mismo no sé qué es lo que he dicho, porque es el nudo de mi garganta quien está hablando aunque sepa que luego no me arrepentiré.

Vas a verme caer de nuevo y te va a gustar.


Say something, I'm giving up on you
I'm sorry that I couldn't get to you
Anywhere, I would've followed you
Say something, I'm giving up on you
~

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