«Dejé que tu mente entrara en mí por culpa de la soledad. Fui un hogar para tu visión, pero no podría serlo dos veces. No pises tu sombra, ni pises mi escoba. Yo mantendré tu sombra limpia.» (Leonard Cohen)
Bueno, supongo que ya puedo desahogarme con cierta libertad de nuevo. Quiero pensar que últimamente me encuentro tan tensa porque es Septiembre y se me están juntando más cosas de las que podría soportar en un nivel de estrés que roce la normalidad dentro de mí. Tengo exámenes, tengo también la presión de tener visita en casa y no tener toda la intimidad que me gustaría y, además, tengo la presión de estar nuevamente sufriendo una crisis de identidad que parece ser que no hago más que acrecentar. Ah y, por supuesto, también como se puede comprobar, no hago más que machacarme a mí misma y machacarme porque me machaco. Sí, un sinsentido todo.
Lo que ocurre ahora mismo es que tengo una sensación de malestar en el cuerpo. No sabría muy bien cómo expresarla, porque siempre me ocurre lo mismo al tratar de buscar las palabras correctas o más acertadas para poder verbalizar lo que me ocurre. Y de veras que me gusta hacerlo, porque creo que se logra un mejor entendimiento con mis seres queridos, pero ésto es muy extraño.
Repentinamente me es difícil respirar, mis movimientos se vuelven rápidos y espasmódicos y mis pensamientos se conducen mucho más deprisa a través de mi cerebro. Es como si poco a poco estuviese perdiendo el control sobre mi cuerpo, pero sé que no es una crisis sino que se trata de algún tipo de síntoma relacionado con la disociación. He de agradecer en lo más profundo de mi fuero interno que mi psicóloga me revelase que efectivamente, lo que me sucede es ésto, porque me ha ayudado a entender muchas más cosas sobre mí misma -y sobre mis dolencias, por supuesto-. El caso es que, pese a que sé qué es ésto y cómo se manifiesta, lo cierto es que no he sido capaz de conocer cómo debo combatirlo. Cuando se lo pregunté a mi psicóloga, de hecho, lo único que hizo fue esbozar una sonrisa y encogerse de hombros. «Ojalá lo supiera» es todo lo que me dijo. Esto me desesperanzó. Si tuviese al menos unas cuantas respuestas más, tal vez sabría la dirección en la que debería caminar para deshacerme de ésta odiosa y angustiante sensación.
Parece que voy a tener que seguir buscando.
¿A quién le escribo exactamente? A la nada, al recuerdo, a los fantasmas, a los demonios. Me crujen los huesos de la espalda como si tuviese dos alas heridas replegándose contra mí. Tomo aire, estoy intentando recomponerme y comprenderlo todo. Si cierro los ojos, ahora soy un poco más capaz de poder identificar el problema; ésta mañana la resaca emocional era brutal. Los ansiolíticos casi siempre logran dejarme baldada, pero me cuesta recordar la última vez que me desperté con fuerzas tras tener que haberme medicado. Sólo ha sido media pastilla. Cada día me molesta más mi mente, cada día me canso un poco más de las horribles torturas a las que me somete, ya basta pero yo no soy su dueña, más bien al revés. Debería pensar a la inversa, pero ¿cómo lo digo, cómo lo hago? No quiero recordar. ¿Es ésta la sensación que experimentan las personas que se sumen en el alcohol y en las drogas con tal de no volver a recordar jamás los pensamientos que les atormentan?
Estoy sentada frente a ella, me he encogido en la silla y me abrazo a través de la ropa porque hace mucho tiempo que no siento mi propia piel. Si me pregunta qué es lo que recuerdo, me invade una sensación extraña. Escalofríos hacen carreras en mi espalda, en mis brazos. No comes, ¿verdad? Bueno, hace algunos días que no pruebo bocado porque los fantasmas me invaden la casa. Se ponen a caminar y me quedo mirándoles los pies, incapaz de mirarles a los ojos.
Ya lo sé, ya sé que el problema está en mí.
No, las palabras no van a cambiar nada. Tan sólo quisiera mirar y que no haya nada. Sumirme en la oscuridad, saber poder enfrentar éste tipo de situaciones sin que el nudo de mi garganta sea cada vez más duro.
Estoy sentada frente a ella, me he encogido en la silla y me abrazo a través de la ropa porque hace mucho tiempo que no siento mi propia piel. Si me pregunta qué es lo que recuerdo, me invade una sensación extraña. Escalofríos hacen carreras en mi espalda, en mis brazos. No comes, ¿verdad? Bueno, hace algunos días que no pruebo bocado porque los fantasmas me invaden la casa. Se ponen a caminar y me quedo mirándoles los pies, incapaz de mirarles a los ojos.
Ya lo sé, ya sé que el problema está en mí.
No, las palabras no van a cambiar nada. Tan sólo quisiera mirar y que no haya nada. Sumirme en la oscuridad, saber poder enfrentar éste tipo de situaciones sin que el nudo de mi garganta sea cada vez más duro.
I'm here without you baby
But you're still on my lonely mind
I think about you baby
And I dream about you all the time
I'm here without you baby
But you're still with me in my dreams
And tonight girl, it's only you and me
~
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