lunes, 18 de noviembre de 2019

Lo único que puede dar la medida del amor es la muerte.

«Estoy tocando fondo en mi demencia. Las alucinaciones se multiplican, ahora con miedo: qué haré cuando me sumerja en mis mundos fantásticos y no pueda ascender. Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré, siquiera, que hay un "saber volver".» (Alejandra Pizarnik & León Ostrov)


Cuando menos me doy cuenta, he vuelto a caer en la misma dinámica de la que pensé que había salido. Es bastante desagradable. Al principio no. Al principio de todo parece como un baño dulce que recorre todo tu cuerpo, es una sensación absolutamente deliciosa. Como una droga, éso es. Me siento invencible, me siento capaz de todo y una alegría profunda me invade el cuerpo. Se me hinchan los pulmones, e incluso diría que segrego serotonina a litros. Si cierro los ojos, lo único que hace mi pensamiento es imaginar. Posibles alternativas, posibles mundos distintos a éste, posibles formas de que sucedan las cosas que ¿quiero? que sucedan. Mi pensamiento se divaga pero, por un breve instante, me siento bien por dentro. Como si todo volviese a estar en calma. En el fondo, sé que no es así y que todo ésto sólo es producto de un híbrido entre mi imaginación y mis más profundos ¿deseos? Conforme pasan los días, se hace menos intenso y se me vuelve a formar ése nudo en el estómago que me dice que he estado pensando como una ilusa idiota, y empiezo a culpabilizarme. ¿Qué hay de malo en soñar con otras cosas? Bueno, sí que tiene muchos matices malos, aunque no me centro demasiado en ellos porque parece que de un tiempo hacia atrás me sienta mal restregarme cosas en la cara. Vuelvo a presionarme a mí misma y tengo que salir de ése bucle degradante en el que me ha metido mi propia cabeza. No es ni mucho menos sencillo, y tengo miedo de contárselo a alguien. Tengo miedo de ser juzgada, como siempre lo he tenido. Enseñarme a mí misma a mantener los labios pegados.


Tengo la ansiedad basal muy elevada. Ésto no es nada nuevo, ya me lo han dicho muchas veces, pero parece que últimamente están juntándoseme todos los problemas posibles dentro del cráneo. No es tan sencillo como parece deshacerse de ellos, al menos de manera natural. No siempre se dispone de las herramientas necesarias para ello, o no siempre se sabe qué hacer aunque las tengas. Ya sé que he recibido muchísimas pautas de elaboración o de reacción, pero ésto no quita que en los momentos en los que mi cabeza está nublada y llena de pensamientos, sepa cómo tengo que organizarlos y jerarquizarlos, apartar lo que es basura de lo que es realmente importante. Es como una mezcla de recuerdos, sueños, preocupaciones, que lo único que hacen es oprimirme más por dentro. Sin contar la estimulación externa que, por supuesto, también colabora a que mi intranquilidad se haga más dura a cada instante.

No sé qué es lo que quiero, tal vez un poco de paz. Algún lugar en el mundo en el que poder notar cómo mi mente se calla sin necesidad de tener que medicarme. 

Esperando que algo pase y nunca pasa nada. Pero no sé por qué soy capaz de tirar la toalla o de mantener firmes mis pies en el suelo.

Me agobia hasta escribir.


¿Quién dice que sólo se puede escribir el dolor desde el desgarramiento de una canción triste? Yo también lo hago desde las canciones alegres. Yo también sé hundir los dedos en la carne del corazón que canta con alegría. Creo que si se me preguntara ahora mismo, en este preciso instante, saltaría a la yugular sin pensármelo dos veces. Como si fuera una bestia herida, como si estuviesen todo el tiempo hundiendo los dedos en la herida. Es algo así en realidad. Trato de estar cosiendo los extremos todo el tiempo pero cuando menos lo espero, se abre. Joder, cómo duele, pero tengo que callarme y afrontarlo como buenamente pueda. Algún día seré lo suficientemente fuerte, lo suficientemente valiente como para decir que he llegado hasta aquí, que valgo más que todo ésto, que mi estado de ánimo depende de mí, que soy la dueña de mi cuerpo, de mis pensamientos, de mi vida. Pero sé que todo esto lo estoy escribiendo desde la fuerza que me otorga éste estado de inconsciencia. ¿Así como estoy ahora? Inconsciente. Me duele sentir, así que mejor dejar de sentir. No sé cómo se hace. Soy la prueba vida de que una persona puede seguir viva no importa cuántas veces la destrocen.

Sigo en pie por algún extraño motivo, supongo que por ése principio de supervivencia que empuja a tantos y tantos seres humanos día a día. Desconocía que yo también lo poseía después de tanto tiempo. Me aferro a la vida con uñas y dientes. Aún sufriendo, aún con mis heridas calientes por todo el cuerpo, aún sabiendo que van a venir más jirones abriéndome la piel.

Es el equivalente a que me estén rajando con cuchillos candentes.



Y si no me acuerdo, no pasó.

En realidad no tengo demasiados detalles de... prácticamente nada, pero los que conservo de vez en cuando consiguen atormentarme durante varios días. Ya desconozco de quién es la puta culpa, sólo sé que estoy cargando yo con las consecuencias. Como siempre. Debía haber un chivo expiatorio y tenía que ser yo, ¿verdad?



Pero no me acuerdo, no me acuerdo,
y si no me acuerdo, no pasó...
Éso no pasó.
Yo no me acuerdo, no me acuerdo,
y si no me acuerdo, no pasó...
Eso no pasó.
~

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo morir de esta lamentable locura.

« ¿He odiado yo alguna vez la vida, esta vida pura, cruel y fuerte? ¡Locura y malentendido! Sólo a mí mismo me he odiado, por no poder sopo...