«¿He odiado yo alguna vez la vida, esta vida pura, cruel y fuerte? ¡Locura y malentendido! Sólo a mí mismo me he odiado, por no poder soportarla.» Thomas Mann
No es ninguna novedad que acudo aquí porque estoy triste. Y tampoco es ninguna novedad que no sé cómo describir la sensación que tengo en el cuerpo. No hay ningún nudo en la garganta, tampoco hay ningún tipo de dolor somático en la cabeza, más allá de las caderas y los riñones, por haber estado toda la noche tumbada. Es extraño que sólo me duelan cuando estoy despierta; mientras duermo es como si no sintiese el dolor. Creo que por éso dormía tanto cuando tenía dieciocho años. Podía dormir plenamente durante más de doce horas, y ni siquiera me inmutaba. Claro que contaba con el apoyo de las pastillas. A veces me sorprendo a mí misma. Cinco pastillas, una detrás de otra, de forma directamente proporcional a mi desesperación y mis ganas de escapar de mi cuerpo.
Ahora siento algo parecido, pero nunca había sabido estar triste en silencio. Supongo que se me ha contagiado. Solamente estoy callada, en silencio, intentando desviar como si fuesen una pelota de ping-pong que vuelve una y otra vez. Es inevitable y egoísta sentirme sola, y también sentir lo que siento ahora por dentro. Es como un remolino de sensaciones. Asquerosas y poco esperanzadoras al mismo tiempo.
La teoría dice que mañana debo recibir una llamada de mi psicóloga, pero si he de ser sincera, estoy completamente apática y abúlica. ¿Qué voy a contarle, que no sepa ya? Mi vida está condenada a ser un bagaje de sensaciones agradables y desagradables, con horribles e incesantes picos que oscilan desde la euforia hasta la disforia interminablemente. Es como estar atrapada en un agujero oscuro que me atrapa con un magnetismo abrumador. En algunas ocasiones, un alarde de lucidez quiere embargarme y sacarme de allí, pero dura muy poco tiempo.
Los enfermos mentales le importamos más bien a poca gente; especialmente si somos intensos como lo soy yo. La gente no está acostumbrada a percibir las cosas de la manera en que yo lo hago, y éso les asusta. La intensidad. La fuerza con la que arramplamos contra todo. Después de las crisis, yo también lo siento. Un poco de miedo al principio, pero después sigues queriendo volver.
Los enfermos mentales le importamos más bien a poca gente; especialmente si somos intensos como lo soy yo. La gente no está acostumbrada a percibir las cosas de la manera en que yo lo hago, y éso les asusta. La intensidad. La fuerza con la que arramplamos contra todo. Después de las crisis, yo también lo siento. Un poco de miedo al principio, pero después sigues queriendo volver.
¿Volver?
Hubo un tiempo en el que fui feliz. No recuerdo exactamente cuánto duró, mis escasos recuerdos me dicen que menos de un año, aunque juraría que fue algo más de tiempo. Recuerdo la euforia sobre todo, recuerdo la sensación de felicidad y comodidad que no había sentido nunca antes. Estaba cegada por mis sentimientos, y nada pudiera haber salido mal de no haber estado enferma. No sirve de mucho lamentarse, pero a veces mi cuerpo desea volver a experimentar ésas sensaciones. Tal vez esté buscando algo que en realidad ya no va a existir nunca más. Vagando entre espectros, entre fantasmas con los que no puedo comunicarme.
No quiero seguir hablando de lo que duele.
Isn't anyone trying to find me?
Won't somebody come take me home?
It's a damn cold night
I try to figure out this life
Won't you take me by the hand, take me somewhere new?
I don't know who you are but I, I'm with you
I'm with you
~