viernes, 2 de agosto de 2019

Mi corazón es el país más devastado.

«Existir es una maldición. Somos nuestro propio e incompartido infierno. Existimos para tragar mundo. Para aguantar, a pie firme, el dramático oleaje de la realidad. Estamos construidos única y exclusivamente para eso: para ser una palpitante maquinaria de sufrimiento, para responder -segundo por segundo, minuto por minuto, mes por año- por este conjunto biológico que trata, desesperadamente, de oponerse a la muerte.» (Héctor Rojas Herazo)


El vacío es un fenómeno extraño. Hacía mucho tiempo que no sentía su presencia a mi alrededor. Y, quiero decir, no es que el vacío sea un ente que se mueve entre las paredes de casa, sino que es un fenómeno que trasciende lo físico, que camina un poco más allá. Casi siempre se traduce en silencio, y en un sabor amargo entre los pliegues de mi lengua. Soy consciente de que ésto es lo que pasa cuando atraviesas un duelo: todo parece echársete encima, no tienes ganas, ni fuerzas, ni energía, para hacer absolutamente nada, y vuelves a sentir cómo poco a poco tus pies se van despegando de la Tierra y viajas a otro mundo sin querer. Si cierro los ojos, una lenta sucesión de imágenes y de pensamientos parásito quieren invadirme. Es ésto la soledad. Mis manos se mueven sobre el teclado tratando de sacar todo lo de dentro para que deje de morderme. Me duele la cabeza, anoche dormí tarde y desperté demasiado pronto. Ni siquiera me dio tiempo a soñar. 

Es que, bueno, a mí nunca se me ha dado bien ésto, ¿sabes? Siempre se me ha dificultado mucho.


Supongo que es un hecho que a todos nos asusta, quizás a algunos más que a otros. Cerrar los ojos y, de repente, no ver nada. No ser capaz de mirar hacia atrás porque duele, pero tampoco ser capaces de mirar hacia adelante porque todo está oscuro como la boca de un lobo. Tomar aire, respirar, sentir que se puede seguir caminando pero luego recordar que a un Verano siempre le sucede un Otoño, y después, al Otoño siempre le va a acompañar un Invierno. Cierro los ojos otra vez. Quisiera poder aprender a quemar. Mi padre siempre suele decirme que hay cosas que para siempre llevaremos en nuestro interior, que es algo inherente a nuestras características como especie humana y que tarde o temprano será un hecho al que deberemos enfrentarnos. Pero parece que estoy continuamente haciéndolo, de alguna manera destrozándome los sesos porque sé que me duele. ¿En el fondo pienso que me lo merezco? Nunca creí ser una persona perfecta. Pero tampoco quise serlo. Nunca lo pretendí. Lo único que intenté siempre fue no herir a los demás, al menos no en el grado o magnitud en el que me encuentro yo herida en éstos y otros tantos momentos.

Me pregunto cuál es el daño más fuerte, si el que estoy continuamente haciéndome a mí misma o el que me hacen los demás, consciente o inconscientemente. Recuerdo que cuando antaño me sucedían éstas cosas, lo que hacía era caminar. Sentir la naturaleza a mi alrededor siempre era algo que me agradaba, que me hacía sentir en consonancia con la vida. Siempre quedaban alternativas, siempre quedaban refugios. Nunca he soportado estar conmigo misma demasiado tiempo. Y aunque todo el mundo parece querer hacerme creer que es importante aprender a permanecer con uno mismo, yo sé que en determinadas circunstancias puedo llegar a ser mi peor enemiga, aunque no me lo proponga, y que tengo mis necesidades especiales.

Una caricia, una mirada, un recuerdo, una luz, unas pestañas desplegándose.


No puedo saber con exactitud qué es lo que va a suceder ahora. Creo que carezco de la imaginación suficiente como para tratar de dibujarlo. De vez en cuando noto cómo mi cerebro libera su propia benzodiazepina casera. Parece que haya aprendido a fabricarla para éstas situaciones, en las que noto un nudo en mi garganta pero me niego a ir a la cocina y sucumbir al placer de tomar un Orfidal. No lo necesito ahora, no quiero volverme una adicta como ya lo fui hace tanto tiempo. (Entonces, ¿qué hago, te espero?). Anoche dormí bastante regular. Pero no derramé ni una sola lágrima; tal vez éso debería ser preocupante. ¿Debería comentarlo con alguien? Tengo la esperanza de que en cualquier momento me parta por la mitad, me quiebre en pedazos y empiece a llorar todo lo que tengo por dentro, pero de momento parece que me es imposible. No sé si es mi escaso amor propio abriéndose camino entre las montañas que salvaguardan mi corazón, o simplemente estoy tan casada que mi amígdala se niega a activarse.


En cualquier caso, me duele el cuerpo.


Everything is grey
His hair, his smoke, his dreams 
And now he's so devoid of color
He don't know what it means
And he's blue
And he's blue
~

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