viernes, 22 de noviembre de 2019

Sólo sé soñar en prosa. ¡Huyes, pero de ti!

«Lo único que puede dar la medida del amor es la muerte. Al final del verdadero amor está la muerte, y sólo un amor que termina en muerte es amor.» (Milan Kundera)


Ha sido todo en silencio, nadie se ha dado cuenta de que estoy sufriendo. El dolor se ha recluido en mi cuerpo, dentro de mis ventrículos, dentro de mis dedos, dentro de mis huesos. No se ha manifestado externamente de ninguna manera, todo lo que ha sucedido ha estado aquí por dentro. Como un pequeño cáncer, infestando todas las cavidades de mi cerebro. Mis neuronas propulsando con fuerza impulsos eléctricos hacia todas partes, inutilizando mi lóbulo frontal, haciéndome vulnerable a delirios, alucinaciones, al dolor sin ningún tipo de filtro o medida que lo regulase. Sé que en el pasado hubiese estallado en una especie de apocalipsis de dolor, que se hubiese propagado por casa, hubiese creado un ambiente sombrío y sólo habría ennegrecido más los problemas de la gente de mi alrededor. Con los años he aprendido a acunar mi dolor para mantenerlo en lo más profundo de mi fuero interno; con el fin de que, efectivamente, sólo yo sea partícipe del mismo. Me han vuelto a doler cosas que ya pensaba que estaban muertas, y enterradas. Supongo que hay situaciones de las que no podemos escapar, hay cosas que para siempre estarán impregnando nuestras heridas y nunca nos abandonarán, por mucho empeño y esfuerzo que le pongamos. Hay sensaciones, recuerdos, miradas, que siempre se van a quedar conmigo por dentro. Y el hecho de tener que aprender a vivir con ello se ha convertido en una pesada piedra que a lo largo de los años estoy teniendo que transportar. Como un escarabajo pelotero, tratando de subir una montaña. Pesa el doble que yo y ya ni siquiera cuento con ayuda, mis fuerzas se han resumido al mínimo.

Por un lado, siento cómo mi cuerpo -mi fisiología- está tratando de huir del dolor ofreciéndome mil posibilidades y alternativas medianamente aceptables y realistas. Mudémonos, pidamos ese Erasmus, encontremos un trabajo que nos haga irnos muy lejos de aquí. Pero mi racionalidad está queriendo imponerse, ser capaz de hacerme comprender que, aunque nos marchemos en un vuelo a catorce horas de donde me hallo, de lo que estamos tratando de huir se va a venir con nosotros. Guardado en la maleta. Escondido.


Se llama fuga disociativa, ya lo sé. Querer huir del trauma y empezar fuera y lejos de aquí. Lo he estudiado y comprobado mil veces en ésos documentales que nos ponen una y otra vez en la universidad. Parece fácil comprobarlo desde fuera, cuando nos dan las herramientas necesarias para poder afrontarlo y tratarlo en otras personas, pero ¿cómo se trata en nosotros mismos? ¿Cómo se puede apelar a la racionalidad cuando el dolor, en sí mismo, es de un color absolutamente irracional? Soy perfectamente consciente de que mi mundo se está ralentizando, pero es que tenía que hacerlo. Tenía que seguir huyendo o, al menos, tengo que seguir intentándolo. No puedo seguir abrazándome a ésas posibilidades remotas e imaginarias, porque sé que al final de ser hermosas hadas se irán convirtiendo en horribles monstruos que se pasarán las horas de la noche arañándome las espaldas. Sí, aún lo deseo con todas mis fuerzas, porque no quisiera dejar un sólo mínimo resquicio de duda, sólo quiero susurrar las palabras que salen de mi interior, traducir mis sentimientos, y decirlo. Amo. 

Tres fáciles, sinceras, y peligrosas letras.

Amo, y ése es mi mayor castigo. Porque no sé hacerlo.


Noto cómo las heridas me están cicatrizando en la piel, pero éso no quiere decir, por supuesto, que vayan a desaparecer. Sé que van a sangrarme de vez en cuando y sé que aún me quedan muchas amargas noches por delante. Pero también sé que, con el tiempo, terminarán borrándose en mi memoria ésos acontecimientos que mi cerebro no está preparado aún para procesar. Si cierro los ojos, cada vez soy capaz de ver menos, de procesar menos, de recordar menos. En otro tiempo ésto me hubiese puesto demasiado triste e incluso me hubiese forzado a mí misma a recordar, pero creo que en la actualidad la disociación me impide hacer semejantes esfuerzos. Parece que estoy empezando a cuidarme un poquito a mí misma. 


Y sé que la vida que llevo es un lío,
pero te juro que al verte sonrío.
Como si el mundo estuviera vacío
y fuera tuyo y mío, el fuego y el frío.
~

miércoles, 20 de noviembre de 2019

El amor es un secreto sagrado y, pase lo que pase, debe permanecer oculto a los ojos de todos.

«Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros; sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.» (Friedrich Nietzsche)


Después de éste tipo de reacciones emocionales bruscas a las que me somete mi cuerpo, me veo sumida en un profundo abismo de oscuridad. Como una ceguera sensorial. Mi cerebro (mis funciones perceptivas, más bien) pasan dificultades para empezar a procesar toda la estimulación que hay a mi alrededor, y los recuerdos se me entremezclan en un cocktail amargo que me deja un sabor de boca absolutamente desagradable. No soy capaz de recordar demasiado, ni sobre el pasado ni sobre lo que ha estado sucediendo estos días. Una fila de hormigas que transportan recuerdos parecen estar llevándoselo todo con parsimonia. Pese a que alguna parte de mí se esfuerza por recuperar ésos pequeños fragmentos de locura, sé que es mejor que no escrute demasiado en los pliegues, surcos y cisuras de mi cerebro. Bueno, sé que mi hipocampo está obviamente dañado, sé que todo es culpa del estrés post-traumático del que por alguna extraña razón no puedo librarme, y también sé que lo más contraproducente que podría hacer ahora mismo es esforzarme en recordar. No quiero volver a caer en el shock, entre otras cosas, porque es jodidamente complicado de disimular cuando estoy acompañada en casa.

Tener que encerrarme en el baño para poder disimular mi respiración agitada, mientras afuera la gente ríe con la televisión, no deja de ser una situación curiosa. Pareciera sacada de una serie de televisión, pero quién me iba a decir a mí que no son solamente los ex-prisioneros de guerra los que experimentan traumas y recuerdos tan dolorosos que les es complicado continuar con sus vidas tal y como las conocieran.

Sí, ya lo sé. Soy perfectamente consciente de que una prolongada exposición al estímulo puede no producir desensibilización, y probablemente sea yo sola la que está agravando sus síntomas. Debería tratar de ser más fuerte, pero tengo una visión sesgada de la situación. Hay dos fuerzas dentro de mis huesos que tiran hacia un lado, y hacia otro.

De mis huesos.



A veces se hunden debajo de mi piel las miradas de desaprobación. Estás más delgada. Cierro los ojos. Bueno, no me es fácil comer. Los ataques de pánico merman mis ganas de comer, me cierran el estómago y probar un sólo bocado del desayuno esta mañana ha sido todo un reto. Apenas he podido besar la taza cuando mi cerebro ha decidido que un trago de café es más que suficiente para afrontar una mañana de estudio. Pero ¿cómo se enfrenta una mañana así, si lo único que hay en mi cuerpo es confusión y algo de dolor residual? Me siento como si fuese la mañana siguiente de un accidente de tráfico. (No te has ido y ya mi cuerpo a ti te extraña.) Me encantan las voces quejumbrosas, supongo que aún estoy un poco drogada después de lo de ayer. Espero que no se vaya demasiado pronto el efecto del Orfidal; sé que no tienes mala intención, pero estoy atrapada en un cuerpo que me somete, una y otra vez, a éste tipo de torturas impías. Como si estuviese en una sala de cine, con celo pegado a los ojos para que no se me ocurra cerrarlos, y una y otra vez la misma película reproduciéndose. No puedo pararla. Me acosa.



Sé que volveré a recordar, es sólo cuestión de tiempo. Tratar de taparlo, tratar de descargar tierra sobre ello, no solucionará nada. Con el tiempo volverá a emerger, me atrapará y todo lo que podré hacer será pasarme las manos una y otra vez por la cara, tratando de convertirme en una especie de goma de borrar. Intentando llevarme mis demonios. Pero no se van a ir nunca. Estoy condenada a revivir lo mismo, una y otra vez. Mi mente así lo decide. Aunque mi voluntad quiera ser férrea. No te estreses, es normal que suceda, sólo trata de tranquilizarte; sucederá más veces. No sé qué clase de consuelo es ése. ¿Más ansiolíticos? Tienes estrés post-traumático, no es para tomártelo a broma. Nadie me advirtió en aquel momento que hay situaciones que marcan un antes y un después. Si pudiese volver caminando hacia atrás, como creo que estoy haciendo en éstos instantes, lo hubiese impedido todo.

A veces quiero imaginarme a mí misma montada en una máquina del tiempo, regresando a aquel preciso momento en el que decidí que iba a ser buena idea vencer la timidez, para advertirme de todo ésto. De que, desde aquel día, iban a ser pocas las noches que iba a conseguir dormir con tranquilidad. De que a partir de ese día iba a conocer lo que era el maldito dolor mental traduciéndose a dolor físico. Si me veo con perspectiva, veo a una niña irresponsable. O demasiado atrevida. Si me veo con perspectiva, sin lugar a duda alguna, hubiese impedido todo aquello.

Todo. 



Cada vez que he intentado escapar, algo sucede que me vuelve a arrastrar. En muchas ocasiones eres tú, pero en otras tantas muchas es mi ansia de volver a sentir mi felicidad. Llegan algunos meses en los que mi cuerpo está tan destrozado, y mi alma tan cansada, que me rindo a la dulzura del pensamiento. La proyección en el futuro, el deseo de haber cambiado las cosas, la breve, leve, poco intensa esperanza de que algo repentino suceda y cambie mi suerte; aunque sepa que nada parecido sucederá. Me envuelvo a mí misma en un velo suave que no me haga daño cuando roce mis heridas, y me someto a su voluntad.



Estoy tan confusa y tan adolorida que no sé qué hacer.




Me dijo que la besara, que la besara lento.
Como si el mundo se acabara, y se acabó, por cierto.
Me dijo que me callara, que las palabras se las lleva el viento.
Me dijo que la esperara, como si me sobrara el tiempo.
~

martes, 19 de noviembre de 2019

Detrás de cada cosa hermosa, hay cierto tipo de dolor.

«Estoy herido por un ser y sé que su herida es hermana de la mía. Sólo puedo esperar y subsistir sin cuidarlo, pues yo soy su veneno. No podremos ya nunca liberarnos de una amenaza absurda que nos une. Yo soy amor y hago surgir su odio, y si yo fuera odio él también lo sería. Con este malvivir tengo que contentarme y buscar mi socorro en las palabras, esperar, esperar y guardar mi tristeza como un impedimento a mi ardiente suicidio.» (Robert Sabatier)


Quiero llorar, cojones. Ni una sola lágrima estoy consiguiendo arrancar de mis ojos. Ni una sola. En el pasado hubiese sido capaz de llorar hasta deshidratarme, y ahora lo único que puedo hacer es tratar de respirar hondo mientras siento el sudor frío acariciándome las sienes. ¿Es ésto el miedo? ¿Este es el estado de shock que hemos estado tratando tantas veces en la consulta? Ya sé que tengo estrés post-traumático, cojones, lo único que quiero es poder drenar lo que me duele. La amnesia es parcial, no me ha hecho olvidar ciertas cosas que preferiría no conservar en mi cráneo. Si volviera hacia atrás, lo evitaría. Evitaría todo. Si volviese hacia atrás, me hubiese agarrado del pelo y hubiese tirado hacia atrás de mí. Hubiese procurado que me quedase quieta. Que no hubiese movido un sólo dedo. Si pudiese volver hacia atrás lo borraría todo. Para que no me persiga ahora.

Sin duda alguna, si pudiese volver atrás, hubiese hecho todo lo que pudiese para evitar que las cosas hubieran sucedido. Evitaría cruzar una mirada, lo evitaría todo. No evitaría lo malo. No evitaría el dolor.

Lo evitaría todo.



En estos momentos es cuando prefiriese diez mil veces más que estuviese él agarrándome del cuello mientras me insulta y tiemblo. El dolor físico es mil veces más deseable que el emocional que siento ahora. Ahora no me importan las bofetadas. Ahora no me importan los insultos, el acoso, las humillaciones, los moratones ocultos para que nadie me pregunte más de dos veces sobre "mi torpeza". Esto es un cáncer. Preferiría cientos de veces más estar sujeta mientras pataleo y grito para que me suelten. Lo preferiría a ésto. Lo preferiría a las manchas de recuerdos fugaces, a la opresión en el pecho, a las dificultades para respirar, a las noches que no terminan. ¿Qué cojones hago, cómo me libro de ésto? Prefiero mil veces que me volviera a dar una patada, así al menos podría sentir algo y llorar porque me duele. Porque ahora parece que no estoy sintiendo una puta mierda, solamente porque no se me caen las lágrimas. Sólo tiemblo.

Como una estúpida.

Arrinconada en la pared, agarrando mis rodillas y apretándolas contra mi pecho mientras parece que hay algo por dentro que está llevándose todo el aire que intenta visitar mis pulmones. Recuerdo aquellas noches oscuras en mi habitación en las que lo que más miedo me daba era que llegase la luz del día. No más días es lo único que pedía en aquel momento. La cama deshecha, las sábanas hechas un ovillo y llenas de sudor; yo temblorosa en una esquina con los ojos tan hinchados de llorar que apenas si podía distinguir mi propia figura en el espejo. En ésos momentos yo pensaba que me moría, pero no tenía nada que ver con lo que siento ahora.



Recuerdo que por aquel entonces tenía los brazos llenos de heridas. Encontraba cualquier tipo de objeto punzante y, cuando ya no tenía más fuerzas para seguir llorando, el ver la sangre brotar de las heridas era reconfortante. Lloraba un poco más. Yo nunca me perdoné a mí misma porque antes de la visita ya estaba prácticamente rota, lo único que ocurrió es que corté a la gente con mis propios cortes. Hace escasos minutos he vuelto del cuarto de baño, y he vuelto a ver la sangre brotar. 

No ha sido hipnótico, ni placentero, ni siquiera ha conseguido hacerme llorar. Antes incluso sentía un pequeño escozor cuando la cuchilla me cortaba, y ahora no he sido capaz de advertir esa pequeña punzada. Me he quedado quieta, mirándolo, como si estuviese esperando a que el dolor físico hiciese su magia y me trajese al presente. ¿Eso significa que si ahora recibiese una patada en la cabeza, tampoco lloraría? ¿Me quedaría quieta, sin sentir ningún tipo de daño, simplemente, parada mirando hacia la nada? Se agotan las vías de escape. Hacía tiempo que no sentía que las conductas de escape no me servían de nada. 

Me oigo desandar.



Está jodido volver a sentir aire en mis pulmones.



I guess you didn't care
And I guess I liked that
And when I fell hard
You took a step back
Without me, without me, without me
~

También mueren los lugares donde fuimos felices.

«Dejé que tu mente entrara en mí por culpa de la soledad. Fui un hogar para tu visión, pero no podría serlo dos veces. No pises tu sombra, ni pises mi escoba. Yo mantendré tu sombra limpia.» (Leonard Cohen)


Bueno, supongo que ya puedo desahogarme con cierta libertad de nuevo. Quiero pensar que últimamente me encuentro tan tensa porque es Septiembre y se me están juntando más cosas de las que podría soportar en un nivel de estrés que roce la normalidad dentro de mí. Tengo exámenes, tengo también la presión de tener visita en casa y no tener toda la intimidad que me gustaría y, además, tengo la presión de estar nuevamente sufriendo una crisis de identidad que parece ser que no hago más que acrecentar. Ah y, por supuesto, también como se puede comprobar, no hago más que machacarme a mí misma y machacarme porque me machaco. Sí, un sinsentido todo.


Lo que ocurre ahora mismo es que tengo una sensación de malestar en el cuerpo. No sabría muy bien cómo expresarla, porque siempre me ocurre lo mismo al tratar de buscar las palabras correctas o más acertadas para poder verbalizar lo que me ocurre. Y de veras que me gusta hacerlo, porque creo que se logra un mejor entendimiento con mis seres queridos, pero ésto es muy extraño.

Repentinamente me es difícil respirar, mis movimientos se vuelven rápidos y espasmódicos y mis pensamientos se conducen mucho más deprisa a través de mi cerebro. Es como si poco a poco estuviese perdiendo el control sobre mi cuerpo, pero sé que no es una crisis sino que se trata de algún tipo de síntoma relacionado con la disociación. He de agradecer en lo más profundo de mi fuero interno que mi psicóloga me revelase que efectivamente, lo que me sucede es ésto, porque me ha ayudado a entender muchas más cosas sobre mí misma -y sobre mis dolencias, por supuesto-. El caso es que, pese a que sé qué es ésto y cómo se manifiesta, lo cierto es que no he sido capaz de conocer cómo debo combatirlo. Cuando se lo pregunté a mi psicóloga, de hecho, lo único que hizo fue esbozar una sonrisa y encogerse de hombros. «Ojalá lo supiera» es todo lo que me dijo. Esto me desesperanzó. Si tuviese al menos unas cuantas respuestas más, tal vez sabría la dirección en la que debería caminar para deshacerme de ésta odiosa y angustiante sensación.

Parece que voy a tener que seguir buscando.


¿A quién le escribo exactamente? A la nada, al recuerdo, a los fantasmas, a los demonios. Me crujen los huesos de la espalda como si tuviese dos alas heridas replegándose contra mí. Tomo aire, estoy intentando recomponerme y comprenderlo todo. Si cierro los ojos, ahora soy un poco más capaz de poder identificar el problema; ésta mañana la resaca emocional era brutal. Los ansiolíticos casi siempre logran dejarme baldada, pero me cuesta recordar la última vez que me desperté con fuerzas tras tener que haberme medicado. Sólo ha sido media pastilla. Cada día me molesta más mi mente, cada día me canso un poco más de las horribles torturas a las que me somete, ya basta pero yo no soy su dueña, más bien al revés. Debería pensar a la inversa, pero ¿cómo lo digo, cómo lo hago? No quiero recordar. ¿Es ésta la sensación que experimentan las personas que se sumen en el alcohol y en las drogas con tal de no volver a recordar jamás los pensamientos que les atormentan? 

Estoy sentada frente a ella, me he encogido en la silla y me abrazo a través de la ropa porque hace mucho tiempo que no siento mi propia piel. Si me pregunta qué es lo que recuerdo, me invade una sensación extraña. Escalofríos hacen carreras en mi espalda, en mis brazos. No comes, ¿verdad? Bueno, hace algunos días que no pruebo bocado porque los fantasmas me invaden la casa. Se ponen a caminar y me quedo mirándoles los pies, incapaz de mirarles a los ojos.

Ya lo sé, ya sé que el problema está en mí.



No, las palabras no van a cambiar nada. Tan sólo quisiera mirar y que no haya nada. Sumirme en la oscuridad, saber poder enfrentar éste tipo de situaciones sin que el nudo de mi garganta sea cada vez más duro. 



I'm here without you baby
But you're still on my lonely mind
I think about you baby
And I dream about you all the time
I'm here without you baby
But you're still with me in my dreams
And tonight girl, it's only you and me
~

lunes, 18 de noviembre de 2019

Lo único que puede dar la medida del amor es la muerte.

«Estoy tocando fondo en mi demencia. Las alucinaciones se multiplican, ahora con miedo: qué haré cuando me sumerja en mis mundos fantásticos y no pueda ascender. Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré, siquiera, que hay un "saber volver".» (Alejandra Pizarnik & León Ostrov)


Cuando menos me doy cuenta, he vuelto a caer en la misma dinámica de la que pensé que había salido. Es bastante desagradable. Al principio no. Al principio de todo parece como un baño dulce que recorre todo tu cuerpo, es una sensación absolutamente deliciosa. Como una droga, éso es. Me siento invencible, me siento capaz de todo y una alegría profunda me invade el cuerpo. Se me hinchan los pulmones, e incluso diría que segrego serotonina a litros. Si cierro los ojos, lo único que hace mi pensamiento es imaginar. Posibles alternativas, posibles mundos distintos a éste, posibles formas de que sucedan las cosas que ¿quiero? que sucedan. Mi pensamiento se divaga pero, por un breve instante, me siento bien por dentro. Como si todo volviese a estar en calma. En el fondo, sé que no es así y que todo ésto sólo es producto de un híbrido entre mi imaginación y mis más profundos ¿deseos? Conforme pasan los días, se hace menos intenso y se me vuelve a formar ése nudo en el estómago que me dice que he estado pensando como una ilusa idiota, y empiezo a culpabilizarme. ¿Qué hay de malo en soñar con otras cosas? Bueno, sí que tiene muchos matices malos, aunque no me centro demasiado en ellos porque parece que de un tiempo hacia atrás me sienta mal restregarme cosas en la cara. Vuelvo a presionarme a mí misma y tengo que salir de ése bucle degradante en el que me ha metido mi propia cabeza. No es ni mucho menos sencillo, y tengo miedo de contárselo a alguien. Tengo miedo de ser juzgada, como siempre lo he tenido. Enseñarme a mí misma a mantener los labios pegados.


Tengo la ansiedad basal muy elevada. Ésto no es nada nuevo, ya me lo han dicho muchas veces, pero parece que últimamente están juntándoseme todos los problemas posibles dentro del cráneo. No es tan sencillo como parece deshacerse de ellos, al menos de manera natural. No siempre se dispone de las herramientas necesarias para ello, o no siempre se sabe qué hacer aunque las tengas. Ya sé que he recibido muchísimas pautas de elaboración o de reacción, pero ésto no quita que en los momentos en los que mi cabeza está nublada y llena de pensamientos, sepa cómo tengo que organizarlos y jerarquizarlos, apartar lo que es basura de lo que es realmente importante. Es como una mezcla de recuerdos, sueños, preocupaciones, que lo único que hacen es oprimirme más por dentro. Sin contar la estimulación externa que, por supuesto, también colabora a que mi intranquilidad se haga más dura a cada instante.

No sé qué es lo que quiero, tal vez un poco de paz. Algún lugar en el mundo en el que poder notar cómo mi mente se calla sin necesidad de tener que medicarme. 

Esperando que algo pase y nunca pasa nada. Pero no sé por qué soy capaz de tirar la toalla o de mantener firmes mis pies en el suelo.

Me agobia hasta escribir.


¿Quién dice que sólo se puede escribir el dolor desde el desgarramiento de una canción triste? Yo también lo hago desde las canciones alegres. Yo también sé hundir los dedos en la carne del corazón que canta con alegría. Creo que si se me preguntara ahora mismo, en este preciso instante, saltaría a la yugular sin pensármelo dos veces. Como si fuera una bestia herida, como si estuviesen todo el tiempo hundiendo los dedos en la herida. Es algo así en realidad. Trato de estar cosiendo los extremos todo el tiempo pero cuando menos lo espero, se abre. Joder, cómo duele, pero tengo que callarme y afrontarlo como buenamente pueda. Algún día seré lo suficientemente fuerte, lo suficientemente valiente como para decir que he llegado hasta aquí, que valgo más que todo ésto, que mi estado de ánimo depende de mí, que soy la dueña de mi cuerpo, de mis pensamientos, de mi vida. Pero sé que todo esto lo estoy escribiendo desde la fuerza que me otorga éste estado de inconsciencia. ¿Así como estoy ahora? Inconsciente. Me duele sentir, así que mejor dejar de sentir. No sé cómo se hace. Soy la prueba vida de que una persona puede seguir viva no importa cuántas veces la destrocen.

Sigo en pie por algún extraño motivo, supongo que por ése principio de supervivencia que empuja a tantos y tantos seres humanos día a día. Desconocía que yo también lo poseía después de tanto tiempo. Me aferro a la vida con uñas y dientes. Aún sufriendo, aún con mis heridas calientes por todo el cuerpo, aún sabiendo que van a venir más jirones abriéndome la piel.

Es el equivalente a que me estén rajando con cuchillos candentes.



Y si no me acuerdo, no pasó.

En realidad no tengo demasiados detalles de... prácticamente nada, pero los que conservo de vez en cuando consiguen atormentarme durante varios días. Ya desconozco de quién es la puta culpa, sólo sé que estoy cargando yo con las consecuencias. Como siempre. Debía haber un chivo expiatorio y tenía que ser yo, ¿verdad?



Pero no me acuerdo, no me acuerdo,
y si no me acuerdo, no pasó...
Éso no pasó.
Yo no me acuerdo, no me acuerdo,
y si no me acuerdo, no pasó...
Eso no pasó.
~

viernes, 15 de noviembre de 2019

Llegará el día, a pesar del dolor, en el que seremos ligeros, felices y verdaderos.

«No debería dedicarle tanto tiempo al pasado. Ya es suficiente con que tengamos que dedicarle tanto tiempo en contra de nuestra voluntad.» (Milan Kundera)


En situaciones como ésta es cuando me siento un poco ridícula. Quiero decir, tal vez ésto es por mi ansia de querer abordar los problemas de raíz y, para éso, tengo que encontrarlos: me paso horas devanándome los sesos para focalizar la raíz de los mismos cuando lo más probable es que ni siquiera los haya. ¿Tal vez sea ésto una simple condición humana más y ya está? Bueno, la utilización del lenguaje abstracto todavía me resulta algo complicada. Pero no sé cómo explicarlo de manera que no se entienda y que, al mismo tiempo, resulte entendible. 



La disociación es un fenómeno difícil de sobrellevar. Sé que lo óptimo sería que me dejase llevar y que no me revolviese contra ella, pero en más de una ocasión me resulta complicado, porque no sé muy bien qué es lo que está sucediendo, y mi cerebro se vuelve un poco loco. No son pocas las ocasiones en las que me doy cuenta de que hay rostros que ya no puedo recordar, aunque pensaba que iban a quedárseme grabados en lo más profundo de mi fuero interno. Ahora están borrosos y sumamente difusos. Por desgracia, no solamente están relacionados con mi pasado sino también con mi entorno más cercano. Si cierro los ojos y trato de imaginar, me cuesta mucho trabajo volver a recomponer todos los aspectos: mandíbula, ojos, nariz, boca, mejillas. Me paso la mano una y otra vez por delante de los ojos, tratando de convencerme de que es algo pasajero, es algo que me está ayudando, significativamente, a sobrevivir. Es por éste mecanismo que sigo viva, así que más o menos debiera estar disfrutando del mismo. Supongo que la parte de mí más anclada a la realidad sigue tirando hacia el suelo de mi cuerpo. Si cierro los ojos, se me complica todo. Cuento con ayuda de la medicación, pero no son pocas las ocasiones en las que siento que no es suficiente. Y me entra ése miedo paralizante a engancharme a un medicamento, a creer que en una pequeña cápsula o píldora está mi salvación, aquella magia invisible que me ayudará a deshacerme de mis pensamientos oscuros. Ésto no es cierto, ya lo sé, pero a veces huele dulce y me resulta irresistible.



Me paso gran parte de mi tiempo estudiando cómo absolutamente todos los pequeños acontecimientos de nuestras vidas nos marcan, nos hacen cambiar nuestra perspectiva, nos hacen evolucionar o incluso nos hacen enfermar. Pero sin lugar a dudas, creo que es mucho más complicado auto-observarnos y darnos cuenta de que también nos sucede a nosotros. No es un fenómeno aislado, lo que ocurre forma parte de lo que he estudiado, es un proceso normal aunque parezca que quiero permanecer impertérrita, como si a mí no me afectara y únicamente fuese una entidad que puedo observar desde lejos. No, yo también estoy sufriendo de alguna manera aunque ahora mismo sea incapaz de caminar tres o cuatro pasos hacia atrás para tener una visión más amplia de lo que sucede. Si fuese mi terapeuta, me diría que me relajara, pero ésas palabras siempre salen de los labios de quien está convencido de saber la situación del otro. Cada una es diferente. Ponerse en el lugar del otro es muy complicado. Y aunque lo estemos logrando, resulta muy complicado también hacerle comprender a la otra persona que, de verdad, le entiendes porque has pasado por algo parecido. No somos las únicas personas que han pasado por baches en la vida. Caerme está entre las opciones aunque yo no quiera verlo, aunque mi orgullo me niegue ver que soy una persona humana y que, de vez en cuando, y tal vez más que otras personas, tengo que comer tierra.

Desconozco realmente lo que va a suceder mañana, sólo sé que podría cambiar los resultados de alguna forma, está en mis manos. Pero también siento que, por mucho que me esfuerce, será igual. Siento que por mucho que luche, hay causas que estarán perdidas. Hablo como si hubiese estado fallando todas y cada una de las pruebas pero sé por dentro que no es cierto, que sólo es mi lado derrotista tratando de hacerme pensar que voy a caerme otra vez. No pasaría nada, ya lo sé, pero ¿tan difícil soy de entender?



A veces me vienen a la mente pequeños fragmentos, pequeños pasajes, algunos flashbacks de los que mi cerebro parece querer deshacerse. Ya sé que es algo normal después de haber sobrevivido a algunas cosas, pero no deja de ser desagradable para mí. Es como acordarse de un sueño muy lejano, uno que tuve hace mucho tiempo y que fue tan real que no sabría discernir si fue real. Son cosas tan lejanas que yo misma he creado un campo de protección para evitar volver a pensarlas o a recordarlas, pero a veces, pequeñas esquirlas de ésos acontecimientos logran cruzar la barrera y molestarme. Y entonces, me doy cuenta de que he estado reprimiéndolas todo este tiempo. Me estoy protegiendo a mí misma de alguna manera, y cuando entro en crisis, no son pocas las ocasiones en las que me doy cuenta de que vuelvo a esa realidad. Al dolor tan inexplicable que llegaron a sentir mis cisuras. Cierro los ojos. Quisiera que no hubiese sucedido nunca, pero forma parte de mi historia autobiográfica y he de aprender a convivir con ello. Aunque no se lo cuento a nadie, lo guardo por dentro. Aunque no me lo cuente, ni siquiera, a mí misma.

Exactamente, ¿de qué creo que me estoy protegiendo? Bueno, se supone que no hay amenazas visibles o reales ahora mismo en mi entorno, así que ¿qué es lo que me duele? ¿Cuál de esos recuerdos es el que me está molestando ahora mismo? ¿Quién fue el responsable de ese antes y después? ¿Yo misma, o los demás? ¿Fue mi propia enfermedad?



Ahora mismo me vería incapaz de entrar en una crisis aunque sé que debo tener cuidado con mis palabras. Simplemente, ahora mismo el sentimiento que corre por mis venas no es de enfado, sino de tristeza. Y hacía mucho tiempo que no me encontraba triste. No, es enfado contra mi propia tristeza, vivo enfadada conmigo misma. ¿Por qué? No lo entiendo. Tal vez por los mecanismos propios de mi mente, tal vez porque estoy tratando de protegerme, o tal vez porque sigo culpándome por haberlo fastidiado todo. Espera, ¿qué he fastidiado? Sólo estoy enferma y nada más. Me paso la vida luchando contra los estigmas que joden a la comunidad de enfermos mentales, así que ¿por qué me juzgo? Y, sobre todo, ¿por qué parece que me justifico ante los demás, pero ante mí lo único que hago es destrozarme como lo han hecho ellos? Tengo que evolucionar, aún me queda un poco de camino aunque me haya vuelto a desparramar en la misma zanja. Yo creo que hay personas de las que no podemos salir nunca. Cierro los ojos y se me cae una lágrima. Esto ya lo he hecho mil y una veces, no sé por qué estoy sorprendiéndome.

Porque me siento atrapada, me siento como si los tentáculos de un horrible monstruo me estuviesen abrazando una y otra vez, sucesivamente, sin descanso, como si no hubiese forma de escapar. Es como una enorme masa gelatinosa de petróleo repleta de palabras, de miradas, de gestos, que trata de hundirme hacia abajo. Estoy intentando salir de un trauma y aún no me acostumbro a ésa palabra, cada vez que mi psicóloga la dice, me entra un pequeño escalofrío. Todavía me cuesta entender que yo fui la víctima. Espera, ¿no lo fueron los demás? ¿Y si estoy obsesionada? Ya, pero es que éso no lo controlo yo. No puedo controlar mi mente porque, de ser así, haría mucho tiempo que ya estaría encerrada bajo llave.



Volumen a la música y una pastilla de valeriana otra vez entre los dientes. Tampoco soy capaz de encontrar ésa música que consigue calmarme, que es suave y hace que se me encoja un poco menos el pecho. Sé que mi auto-exigencia está sobrepasándome y que, de seguir así, lo único que conseguiré es disociarme más.

Lo estoy intentando, ¿vale?



The second someone mentioned you were all alone

I could feel the trouble coursing through your veins
Now I know, it's got a hold
Just a phone called left unanswered, had me sparking up
These cigarettes won't stop me wondering where you are
Don't let go, keep a hold
~

Debo morir de esta lamentable locura.

« ¿He odiado yo alguna vez la vida, esta vida pura, cruel y fuerte? ¡Locura y malentendido! Sólo a mí mismo me he odiado, por no poder sopo...