viernes, 24 de mayo de 2019

Llamadme enloquecido, putas, nadie nace loco.

«Ahora lo sé. El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la Luna, la felicidad o la inmortalidad; en definitiva, algo que quizá sea insensato, más allá de lo imaginable, que no sea de éste mundo, que esté por encima de mi medida.» (Albert Camus)


Cariátides. Hay canciones que nunca dejan de doler, que por mucho que suenen sus notas y por muy de memoria que te sepas las letras y la entonación, siempre conseguirán causar el mismo efecto de dolor en el pecho. Se me aprieta el nudo en la garganta, pero creo que es una sensación que busco porque creo que necesito llorar de forma larga y tendida para tratar de deshacerme del dolor que contengo dentro de los huesos.



Siento demasiadas cosas ahora mismo por dentro. Y creo que está bien que puedan salir hacia afuera y perderse lejos de mi vista. Pero siento que por más que lo hago, nunca consigo traducir la química de mi cuerpo a las palabras. Es algo realmente frustrante, porque todo lo que me hace falta es saber pedir ayuda, pero soy incapaz de encontrar la fórmula específica. Siento que, por mucho que lo exprese, por mucho que mueva los labios y articule palabras, nada se parece demasiado a lo que hay en el interior de mi pecho. Las sensaciones son muy difíciles de describir, especialmente si te encuentras en un estado como el que yo estoy experimentando ahora mismo. Las horas pasan en el reloj... y yo me siento absolutamente destrozada. Como cuando un edificio se cae de repente, y no deja nada en pie. Como si por dentro acabasen de darle una patada a... ¿mi corazón? Tengo el corazón destrozado.



Hacía mucho tiempo, para comenzar, que no sentía ésa sensación en el pecho. Tal vez algunos años. Hay acontecimientos que se graban a fuego en nuestra memoria, y después no hay manera humana de sacarlos. En mi caso, sobre todo quedan las sensaciones. Mis recuerdos están formados por sensaciones que recorren mi cuerpo, como dragones traviesos. Es un pinchazo en el pecho, hacia arriba, hacia la garganta, que me empieza a indicar que lo que camina por mi mente está doliendo demasiado. Me miro al espejo y sólo veo unos ojos asustados, unos brazos delgados, un ligero tembleque que desde hace tiempo que caracteriza mis dedos. Suaves marcas del nerviosismo. Parezco un monstruo, es lo único que puedo pensar, un monstruo asustado de sí mismo. Y retiro la mirada. A veces me es complicado integrarme en una sola identidad, a veces me cuesta identificarme a mí. A ésa nariz que se ve reflejada, a ésos labios, ésos ojos, ésas cejas. Todo éso soy yo y, sin embargo, hay un muro duro entre nosotros. Entre mi mente y mi cuerpo.

Es dolor frío, porque estoy segura de que el dolor se mide en temperatura. Cuanto más bajo, más lesivo es. Se me enquista como un tumor en la garganta y a veces palpita. Lo que estoy pensando duele demasiado, pero los pensamientos son pequeños piojos que se te cuelan por los pliegues del cerebro y allí anidan. Te chupan la sangre. Se alimentan de ti. Y nunca mueren. Sólo se expanden. Malos pensamientos que acompañan malos sentimientos. Sentirme débil es sólo cuestión de segundos cuando empieza a dolerme todo el cuerpo. Estoy a punto de desfallecer, aquí, en mitad, y todos me mirarían extrañados porque hace tan sólo unos segundos estaba sonriendo.



En éste mes he recibido algunos golpes. Muchos de ellos ni siquiera sé si concretamente han sido golpes, o ha sido mi fragilidad haciéndose patente una vez más. Pero de algo estoy segura: este ha sido un mes horrible. Apenas he conseguido dormir cinco horas seguidas por las noches, el estrés y el nerviosismo me han acompañado todo el día, y he dejado de comer como una persona normal. Mi estómago no quiere recibir la comida. Se cierra y no le importa lo debilitado que esté mi cuerpo. En mi manual dicen que el cuerpo es inteligente y sabe cuándo no necesita comida, pero si sigo así, me caeré. 



Me siento sola es lo que más repito en mi mente. Estoy cansada de tener que estar continuamente luchando contra mí. 



Tenía una pequeña meta este mes, que en su ambigüedad, estaba medianamente segura de que iba a merecer la pena todo el esfuerzo y, sobre todo, todo el dolor. Conservaba un pequeño atisbo, una motivación, ese sabor dulce que hacía que me levantase todas las mañanas con un poquito más de ganas de seguir caminando. Unos días, conseguía tirar de mí más, otros días, simplemente me quería auto-convencer de que, en realidad, no lo deseaba tanto como imaginaba. Últimamente, había empezado a desearla. Sí. Quería que llegara ese día. Porque lo necesitaba. 

Pero ahora es cuando sé que no va a llegar de ninguna manera. No hay posibilidad. Y es aquí cuando todo se me ha caído encima. Sé que nunca debería poner demasiadas ilusiones en nada, sé que las cosas podían fallar... pero también sé que era la única cosa en estos momentos que podía haberme ayudado a querer levantar un poco la barbilla. 

De repente, ya no.

Y no sé cómo debiera sentirme al respecto. Porque una parte de mí me dice que es obvio que no iba a suceder. Que ese día no iba a llegar, ni tenía por qué hacerlo. Al fin y al cabo, ¿qué soy yo? ¿Qué es lo que, en suposición, me hace diferente? ¿Por qué? ¿En qué absurdo y triste momento llegué a pensar que soy algo que no soy? Y me siento estúpida, me siento ridícula, y todo lo que quiero hacer es golpearme el vientre, porque soy la única que con estos deseos y esperanzas está destrozándome.



El dolor es frío.



I'm wasted, losing time
I'm a foolish, fragile spine
I want all that is not mine
I want him but we're not right
In the darkness I will meet my creators
And they will all agree, that I'm a suffocator
~

lunes, 20 de mayo de 2019

No sé por qué me cuesta tanto… (¿El qué?)... Vivir, joder, sentirme bien, entonar cada día el desencanto.

«Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que se hace por amor está bien hecho.» (Vincent Van Gogh)


Estúpido nudo en la garganta que me acompaña todo el día y del que no sé deshacerme. La tentación de ir a la cocina y tomar medio Orfidal se acrecenta cada vez más. Las palabras del psiquiatra no dejan de resonarme en la cabeza, realmente puedo tomar una pastilla si considero que lo necesito, pero creo que he dejado de saber dónde se encuentra ése punto donde puedo determinar si necesito un ansiolítico o no. A veces no sé distinguir si mi estado natural es de nerviosismo y por tanto necesito uno, o simplemente es la tristeza que está intranquila y se me revuelve dentro del cuerpo. Tengo tanto miedo a caer en lo de antes que no sé cómo hacerlo correctamente. No tengo capacidad de centrarme, no tengo capacidad de estar fuerte en estos momentos. Lo único que quiero es meterme debajo de las sábanas y alimentar mis fantasías para huir de la realidad. La noche es tranquila, la noche es calmada, la noche es silenciosa; y a veces parece tan sencillo que sólo necesitas una caricia o dos palabras que el conseguirlo se hace complicado. Me duele la espalda porque está todo el día en tensión, me duelen las piernas porque no consigo moverlas. Me duele la ilusión porque no consigo moverla. Las palabras suenan una y otra vez en la canción. Coño, yo soy la palmera que se dobla, pero aguanta el huracán. No puedo dejar de comer, no puedo; cada vez ingiero menos comida y tengo la sensación de que mi cuerpo se va a reducir a cenizas en un momento a otro. ¿Nadie ve que me estoy apagando? Supongo que éso sólo puede significar que me he convertido en una experta a lo largo de éste tiempo en ocultar mis sentimientos, estarías orgulloso de mí. Me muerdo los labios, todo a mi alrededor parece estar en calma pero aquí dentro hay tormenta.


No, no quiero volver a lo mismo de antes. ¿Qué me está pasando? Incluso creo que por dentro hay una pequeña parte de mí que echa de menos el dolor. Supongo que lo que echa de menos es poder doler con sentido, el saber al menos cuál es el origen de las dolencias; el conservar una pequeña ráfaga de esperanza que me susurra que las cosas podrían estar bien. Pero cuando miro al futuro sólo puedo ver algo sombrío. Sí, estoy sola, al parecer lo he estado siempre y no encontraría otra manera de gestionarlo. Qué complicados somos los enfermos mentales, todo el día nuestra mente divagando de arriba para abajo intentando matarnos, y cada vez que pedimos ayuda, pareciera que quisiésemos matar a alguien. Bueno, tal vez a los únicos que deseásemos matar es a nosotros mismos, por ser esos que todo el tiempo están intentándolo. Mente, pensamientos, una y otra vez, éso es todo lo que puedo distinguir. Catástrofes sucediendo todo el tiempo y recuerdos que me golpean el cráneo continuamente. Joder, hay cosas que debería haber superado pero no, ahí continúan. Continúan las sensaciones, siento que me echo de menos a mí misma sonriendo con sinceridad. Creo que me veo a mí misma siendo feliz por estupideces y lo echo terriblemente de menos. No, coño, si después sufrí, ¿qué estoy diciendo? 

Qué complicado es entenderse a uno mismo.

Tengo la cabeza desordenada.


Nada nunca ha sido mío. Hay canciones que dejan pasar más el dolor que otras; hay imágenes que propician que el nudo de la garganta se deshaga y otras que se haga más fuerte. Voy a intentar que no me cruja la garganta otra vez.

Quiero la tranquilidad que me proporciona, es como la peor adicción que he sentido nunca. Y ya no sé cómo compartir las cosas que me hacen bien. Ya no sé qué es lo que me hace bien. Me pierdo, ruedo en mis propios sentidos y cada vez que me miro al espejo siento asco. No sé cómo debo crecer así. No sé cómo hacer que los días dejen de ser iguales. No sé cómo huir, todos los rincones del mundo se me quedan pequeños si se trata de huir de mí misma.


Estoy cansada, me duelen las piernas y la garganta.

Creo que iré a por un Orfidal. Tienes que aprender a estar sola.


I'm not afraid anymore
What makes you sure you're all I need?
Forget about it
When you walk out the door and leave me torn
You're teaching me to live without it
Bored, I'm so bored, I'm so bored, so bored
~

No me remuerde la conciencia, sino estar consciente.

«Tenía frío y no pedía fuego, tenía sed y no pedía agua; pedía libros, horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, dura poco, muy poco; pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.» (Federico García Lorca)


Sigo escribiendo como si tuviese la estúpida esperanza de que éso fuese a cambiar algo. Es como si todo el tiempo hubiese una fuerza sobre mi cabeza, que ejerce presión y que quiere tirarme hacia abajo. Me enfado continuamente conmigo misma porque estoy tan cansada que me es imposible lograr la concentración. Creo que conforme más avanza el día, más van mermándome las fuerzas o las ganas. Siento cómo se me escapan de entre los dedos.

(Coño, yo soy la palmera que se dobla pero aguanta el huracán.)


Es extraño lo que experimento de vez en cuando. No sabría cómo definir este fenómeno y actualmente me hallo rebuscando entre la literatura científica para tratar de darle algo de significado. Supongo que podría considerarse como algo positivo, aunque aún no sé muy bien cuáles son sus efectos secundarios, si ha sido la propia producción de mi cuerpo, o si simplemente es algo que viene de la mano de la medicación. Desde luego, si este fenómeno es natural, sería una buena premisa epistemológica sobre la que partir.

El bambú es una planta muy flexible. Pero cuando la sometes a cierta presión, se parte. Y no sana. No vuelve a pegarse. No tiene forma de regeneración posible cuando se divide en dos ramas. Siento como si tuviese una rama de bambú incrustada en la garganta y, tras doblarse y doblarse y doblarse por la presión, ha acabado partiéndose. Y he tenido la extraña sensación de que mi cerebro ha empezado a segregar algún tipo de péptido opioide que he percibido enseguida. Endorfina, encefalina o dinorfina, no sé aún muy bien cuál. Pero literalmente creo que he podido sentir cómo mi cerebro las había segregado y, de repente, el dolor intenso ha desaparecido.

Una de las funciones analgésicas de mi cuerpo que más rápido he visto actuar. Y aún no sé cómo ha sucedido.


De repente, el nudo en la garganta es menos intenso. He sentido como una especie de relajación muscular -o éso, o directamente mis nocireceptores han dejado de percibir lo muy tensos que se encuentran/encontraban mis músculos...- y ahora no puedo explicar cómo me siento. Es una especie de sopor muy extraño, como si de repente hubiese descansado en un segundo todo lo que necesitaba descansar desde hace semanas. No puedo decir que esté contenta o feliz, simplemente es una especie de relajación... que ni siquiera me atrevería a describir como tal. Tampoco me hallo relajada.

Es como una aceptación del dolor. Imagino que haber ejercido tanta presión en el bambú, al final descansa porque se ha partido.


Es paz ante el dolor. Es aceptación del dolor. Como un enfermo de cáncer que se encuentra tranquilo en su casa. Sabe que dentro las cosas duelen y están yendo mal, pero aún así, trata de descansar. Como si mi mente hubiese segregado tantísimo dolor que se hubiese tomado un leve descanso para hacérmelo digerir, mientras fabrica más. (Porque soy perfectamente consciente de que la horrible sensación volverá y es muy probable que me atropelle estando sola. Sola. Tal como últimamente estoy teniendo que acostumbrarme a estar.)

Tanto dolor que ha dolido tantísimo, que ahora de repente ha tenido que disminuir su intensidad. Es mi propio cuerpo combatiendo contra mi propio cuerpo en una lucha eterna que, al parecer, va a acompañarme toda mi vida.


Oh, you can't hear me cry
See my dreams all die
From where you're standing
On your own
It's so quiet here
And I feel so cold
This house no longer
Feels like home
~

domingo, 19 de mayo de 2019

El amor era un huésped, la soledad es siempre el compañero.

«No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón.» (Ernesto Sábato)


Siempre estará éso que nos acompañe. Una imagen, una palabra, un sentimiento.

Dentro del residuo, tristeza. Dentro de la tristeza, la incertidumbre. Y un giro sobre otro, y otro sobre sí mismo, y al final todo se resume en eso mismo, en la pérdida. Y en no saber nunca qué es lo que duele más, si perder a alguien, o perderte a ti misma con ese alguien. Sería una sensación muy parecida a si estuviesen conectándome a una aspiradora y llevándose todo lo de mi interior. Vacío. Un nudo en la garganta, y constante e incontrolable ansiedad, que sólo se calma con medicación.

Creo que el miedo que le tengo a la medicación es directamente proporcional a lo muchísimo que la necesito en mi día a día. Algunas dejan de hacer efecto, otras sólo convierten el ruido de fondo en éso... ruido.

No te necesito. Creo que esta vez es de verdad.

Me necesito a mí, o a lo que quedó de mí.



Antes quería demasiadas cosas, ahora no sé muy bien qué es lo que quiero, o lo que necesito. Necesito silencio, o más bien creo que tengo demasiado. Sé que hay demasiados factores insatisfechos en mi vida que a la larga acabarán causándome un mal mayor, pero es frustrante no poder hacer nada por controlarlo. Es frustrante tratar de explicar una y otra vez cómo te sientes, y que las palabras no se acerquen en un sólo milímetro a lo que de verdad quieres tratar de explicar. Todo el tiempo, todos los días, guardando en mi interior fuego que desea ser liberado, y que no conoce la manera en que debe hacerse.

Cansada y con ansiedad. Deseando cerrar los ojos, pero sé que cuando lo haga, los malos pensamientos volverán a por mí. Ansiosos por devorarme. Con profundos deseos de joder lo poco que estoy tratando de construir en mi vida. Podría haber sido brillante; podría haber llegado muy lejos si hubiese seguido en pie, pero simplemente, nadie pide estar enfermo; nadie pide ésto.



El otro día me preguntaron a qué se debía la ansiedad. Y no supe responder correctamente. Ni siquiera aunque me parase unos minutos a meditarlo. Traté de ahondar en mi interior para ver si vislumbraba algo, pero no me ofrecí las respuestas que buscaba. Qué compleja es la mente humana, y cada vez que pienso ésto, me dan ganas de encerrarme en un laboratorio rodeada de libros y haciendo experimentos como una científica loca. Saberlo todo, saber el por qué. Qué compleja y curiosa es la mente humana.



Estoy cansada y rota, y lamento presuponer que pasaré demasiado tiempo así. Es la ansiedad lo que me mata, la incertidumbre, el no saber qué es lo que está ocurriendo dentro de mi cuerpo para encontrarme así. Nunca dejes que nadie vea tus debilidades, y sin embargo lo hago, no sé si por tonta o si porque aún sigo confiando en que hay personas que no utilizan tus heridas para abrirlas más sino para intentar ayudarte a coserlas.

Hasta el momento, en todas las ocasiones que he mostrado mis cicatrices, lo único que han hecho con ellas ha sido tirar de ambos extremos para tratar de hacerla más y más grande.

Nadie sabe nunca por qué está pasando la otra persona. Nunca vamos a ser conscientes de cómo es el hecho de vivir en carne viva. Y es por eso que preferimos juzgar antes que tratar de comprenderlo todo. La comprensión no es cómoda ni útil, la empatía tampoco lo es.



Sólo necesitaba, de verdad, algo de cariño, joder...



Tú no te me vengas abajo, siempre fuimos fuertes
No te me vengas abajo, no te me atrevas a caerte
Y enamórame como tú solo sabes
Y enamórame, que lo que yo quiero es quererte
Siempre fuimos fuertes
~

lunes, 13 de mayo de 2019

El que no ha dado todo, no ha dado nada.

«Podemos memorizar muchas cosas, imágenes, melodías, nociones, argumentaciones o poemas, pero hay dos cosas que no podemos memorizar: el dolor y el placer. Podemos a lo más tener el recuerdo de ésas sensaciones, pero no las sensaciones del recuerdo. Si nos fuera posible revivir el placer que nos procuró una mujer o el dolor que nos causó una enfermedad, nuestra vida se volvería imposible. En el primer caso se convertiría en una repetición, en el segundo una tortura. Como somos imperfectos, nuestra memoria es imperfecta, y sólo nos restituye aquello que no puede destruirnos.» (Julio Ramón Ribeyro)


Últimamente está costándome demasiado concentrarme. Supongo que es por el nudo que tengo continuamente y que va viajando entre mi garganta, mi pecho y mi estómago. Estoy segura de que es un nudo de nervios llenos de todos los problemas que mi caprichosa mente quiere hacerme creer que tengo. Así es como se vive, una incesante lucha entre tu mente y tú, de la que no puedes escapar porque eres su prisionera. Y más vale acostumbrarte a ello porque lo vas a ser para siempre.

Cuando el psiquiatra me trataba las primeras veces, e incluso cuando yo indagaba entre artículos científicos para comprobar cuál era la mejor manera de hacer remitir los síntomas que experimentaba, parecía haber un halo de esperanza: los síntomas remiten con la edad. Es decir, cuando fuese más mayor, probablemente me encontraría más estable. Y es cierto, estoy más estable, pero éso no quiere decir que por dentro siga sintiendo dolor. En muchas ocasiones, lo más paradójico es que no hay una fuente de dolor objetiva que me lo esté proporcionando; soy consciente de que debo luchar contra ello, pero hace demasiados meses que no tengo fuerzas para ello. Me dejo vencer, como si no valiese para nada. Posponiendo mi victoria y dejándome caer en la cama cuando me encuentro tan mal que respirar me duele.



No puedo evitar sentirme muchas veces como la única persona que se preocupa por los demás. Esto me lleva a plantearme ciertas cuestiones: ¿soy yo la que se preocupa en exceso por los demás y, en consecuencia, espero que los demás se preocupen en la misma medida por mí, una medida que, irónicamente, es desmedida? Sé que necesito muchos cuidados, que soy una persona extremadamente sensible, pero muchas veces he de parar a meditarlo: ¿estoy esperando demasiado? ¿Tal vez soy demasiado exigente? Es una medida extraña, ¿cómo sabes cuánto es lo que mereces, cuánto es lo que deseas, cuánto es la justa medida? 

Es lo que ocurre cuando algún objeto está sometido a muchísima presión durante demasiado tiempo: al final, acaba explotando. Y pueden suceder dos cosas: que explote hacia adentro o hacia afuera. Y en ambos casos parece igual de horrible.

Algunas veces siento dentro de mí el fuego de la rabia, pero ésta vez es diferente. Ésta vez siento un profundo y hueco dolor. Ahora mismo es pequeño, pero sé que existe la posibilidad de que comience a crecer y a ganar territorio a lo largo del día. Puede parecer que exagero respecto a lo que siento por dentro, pero por desgracia, inevitablemente, lo que estoy sintiendo ahora mismo es tal cual lo que estoy describiendo con estas desacertadas palabras. Creo que lo he pensado, y creo que a nadie le podría desear que sintiese algo como lo que llevo yo por dentro.



A veces creo llegar a la conclusión de que lo que necesito es un poco de cariño. Sí, es muy raro decirlo en voz alta, e incluso admitírtelo a ti misma. Llega a ser complicado el hecho de tener la cierta certeza de que una de las mejores cosas que te vendría el 99% de las ocasiones es un poco de cariño; una palabra de afecto, una mirada que te proporcione tranquilidad, una caricia que te haga bajar de nuevo a la Tierra. Volvemos a encontrarnos en la misma tesitura: vuelvo a pensar que en cierta forma, proporciono mucho más de lo que recibo. Pero ¿por qué espero recibir nada a cambio? Se supone que eso debería hacerse desinteresadamente. Lo cierto es que yo también lo necesito, de alguna manera. No es que espere algo a cambio, es que me empiezo a notar en los huesos la necesidad.

Tal vez estoy tan acostumbrada a estallar con mis sentimientos y emociones que, ahora que no lo hago, éstos me estén royendo por dentro. Tal vez mi cuerpo lo que está pidiendo ahora mismo a gritos es estallar, de alguna manera, hacia afuera, sin que nada ni nadie lo paren, sin fármacos que estén todo el rato condicionando mi manera de sentir.

No es que esté mal la forma en que siento las cosas, es que siento que algún día acabará por matarme.



Me resulta excesivamente complicado deshacerme de mis ilusiones y de mi imaginación, puesto que en la actualidad son una de las pocas cosas que me mantienen en pie, pero tengo la sensación de que, si sigo actualizándolas en mi cabeza una y otra vez, acabaré más perjudicada de lo que debería.


I hope you're somewhere prayin', prayin'
I hope your soul is changin', changin'
I hope you find your peace
Falling on your knees, prayin'
~

domingo, 12 de mayo de 2019

Yo tampoco sé cómo vivir, estoy improvisando.

«Tú también le dueles a alguien cuando te recuerda. Así como has sido víctima, para otros has sido detonador.» (Anónimo)


El otro día, reflexionando en voz alta, fue la primera vez en mucho tiempo que me detuve a pensar en la soledad.

Bueno, supongo que hay muchas maneras de sentirse solo o sola, pero también he podido comprobar que las personas lo sienten de muy diferentes maneras. Es obvia la diversidad de sentimientos humanos y formas en que se manifiestan individualmente, ¿no?, pero quizás es ésa capacidad de abstracción que tantas y tantas veces he leído que nos diferencia de los animales lo que me llamaba la atención. Cómo hay personas que se encuentran rodeadas de muchas personas y aún así sienten que están completamente solos, cómo hay personas que verdaderamente se encuentran viviendo en la absoluta soledad y aún así son capaces de no sentir esa extraña necesidad de tener a alguien con ellos.


Siempre he tenido problemas y conflicto con este tipo de sentimiento. La soledad. Inevitablemente son muchas las ocasiones en las que sabía perfectamente que no estaba sola pero aún así, sentía que nadie estaba a mi lado. Quizás no suponían la compañía que yo esperaba, quizás lo único que sentía era que no podía expresar correctamente lo que sentía por dentro y éso me frustraba. En muchas de estas ocasiones lamento haberles hecho sentir mal al haber exteriorizado que me siento sola. Supongo que no es plato de buen gusto de escuchar para nadie.

Pero últimamente me estoy viendo obligada a reprimir una vorágine de sentimientos en mi interior. Estoy demasiado acostumbrada a verbalizar lo que me sucede, quizás porque toda la vida he sido muy reservada con lo que me ocurre por dentro y opté por tomar la postura contraria, para ver si así conseguía solucionar algo. ¿Seré yo que exijo demasiado? Es que ni siquiera sé lo que estoy exigiendo. Pero me siento sola.

No quería escribirlo así. Desde luego, no quería manifestarlo, pero es así como me siento. ¿Tal vez sola y abandonada? No sé por qué. Nadie me ha abandonado, todos siguen a mi lado.

Lidiar con una enfermedad que te hace sentirte todo el tiempo en soledad es una gran putada.


Una parte dentro de mí está diciéndome todo el rato que realmente no es que merezca atención. Al fin y al cabo, dentro de mí no hay demasiado, y creo que por primera vez puedo decir esto de manera objetiva, sin sentirme mal por ello. No es que mi autoestima esté minada puesto que sé que puedo ofrecer algo, pero quizás no sea lo suficientemente interesante como para llamar la atención de nadie. Quizás ni siquiera quiero llamar la atención de nadie y ahí radica el problema. Miro en una dirección buscando la solución y luego miro en otra dirección buscando otra, y nunca encuentro la idónea para mí. Sé que si verbalizo lo que ocurre, sólo voy a recibir algún tipo de... ¿bufido? Más discusiones estúpidas, y quizás de nuevo entre en crisis; es algo que ahora mismo no puedo permitirme. Las crisis hacen que después me duela la cabeza, que baje muchísimos kilos, me impiden comer y en definitiva, como si acabase de correr 200 kilómetros en 10 segundos. Pero es que tampoco sé cómo detenerlas o cómo evitar que me alcancen.

Estoy tratando de poner todo lo que puedo de mi parte. Muchas veces intento espantar los malos pensamientos de cualquier manera, pero se me complica.


Llevo tantos días con bruxismo que empiezo a pensar que voy a destrozarme las muelas. Sé que puedo tomar las pastillas que necesite, es decir, los ansiolíticos que necesite en su justa medida, pero tengo miedo de abusar y llegar a ése punto en el que estuve hace algunos años. El punto en el que necesitaba tomar cinco Orfidales al día para poder olvidar que estaba viva. Es demasiado fácil para las personas que tenemos ansiedad y acceso a medicamentos el hecho de abusar de ellos, pero no quiero caer de nuevo en ése asqueroso pozo.

Tal vez el hecho de sentirme tan sola implica ésa incapacidad que tengo para limpiar mi mente de los malos pensamientos que todo el tiempo me quieren decir que soy insuficiente, que soy demasiado exigente, que debería aprender a estar sola porque realmente a nadie le apetece estar soportándome, o que no soy tan interesante como para que alguien pueda llegar a querer compartir algo de tiempo conmigo. Trato de centrarme en mis estudios porque sigo manteniendo la ilusión de poder algún día irme a algún sitio perdido del mundo y dejar de molestar a mis seres queridos.

Supongo que huir siempre ha sido una opción demasiado tentadora.


Siento un asqueroso nudo en la garganta que ni siquiera la música puede tapar.

Estoy sola pero de alguna manera no es como antes. Ahora siento que aunque la soledad me duele, estoy aceptándola.




Where there's a will, there's a way, kind of beautiful
And every night has its day, so magical
And if there's love in this life, there's no obstacle
That can't be defeated
~

Debo morir de esta lamentable locura.

« ¿He odiado yo alguna vez la vida, esta vida pura, cruel y fuerte? ¡Locura y malentendido! Sólo a mí mismo me he odiado, por no poder sopo...