viernes, 24 de mayo de 2019

Llamadme enloquecido, putas, nadie nace loco.

«Ahora lo sé. El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la Luna, la felicidad o la inmortalidad; en definitiva, algo que quizá sea insensato, más allá de lo imaginable, que no sea de éste mundo, que esté por encima de mi medida.» (Albert Camus)


Cariátides. Hay canciones que nunca dejan de doler, que por mucho que suenen sus notas y por muy de memoria que te sepas las letras y la entonación, siempre conseguirán causar el mismo efecto de dolor en el pecho. Se me aprieta el nudo en la garganta, pero creo que es una sensación que busco porque creo que necesito llorar de forma larga y tendida para tratar de deshacerme del dolor que contengo dentro de los huesos.



Siento demasiadas cosas ahora mismo por dentro. Y creo que está bien que puedan salir hacia afuera y perderse lejos de mi vista. Pero siento que por más que lo hago, nunca consigo traducir la química de mi cuerpo a las palabras. Es algo realmente frustrante, porque todo lo que me hace falta es saber pedir ayuda, pero soy incapaz de encontrar la fórmula específica. Siento que, por mucho que lo exprese, por mucho que mueva los labios y articule palabras, nada se parece demasiado a lo que hay en el interior de mi pecho. Las sensaciones son muy difíciles de describir, especialmente si te encuentras en un estado como el que yo estoy experimentando ahora mismo. Las horas pasan en el reloj... y yo me siento absolutamente destrozada. Como cuando un edificio se cae de repente, y no deja nada en pie. Como si por dentro acabasen de darle una patada a... ¿mi corazón? Tengo el corazón destrozado.



Hacía mucho tiempo, para comenzar, que no sentía ésa sensación en el pecho. Tal vez algunos años. Hay acontecimientos que se graban a fuego en nuestra memoria, y después no hay manera humana de sacarlos. En mi caso, sobre todo quedan las sensaciones. Mis recuerdos están formados por sensaciones que recorren mi cuerpo, como dragones traviesos. Es un pinchazo en el pecho, hacia arriba, hacia la garganta, que me empieza a indicar que lo que camina por mi mente está doliendo demasiado. Me miro al espejo y sólo veo unos ojos asustados, unos brazos delgados, un ligero tembleque que desde hace tiempo que caracteriza mis dedos. Suaves marcas del nerviosismo. Parezco un monstruo, es lo único que puedo pensar, un monstruo asustado de sí mismo. Y retiro la mirada. A veces me es complicado integrarme en una sola identidad, a veces me cuesta identificarme a mí. A ésa nariz que se ve reflejada, a ésos labios, ésos ojos, ésas cejas. Todo éso soy yo y, sin embargo, hay un muro duro entre nosotros. Entre mi mente y mi cuerpo.

Es dolor frío, porque estoy segura de que el dolor se mide en temperatura. Cuanto más bajo, más lesivo es. Se me enquista como un tumor en la garganta y a veces palpita. Lo que estoy pensando duele demasiado, pero los pensamientos son pequeños piojos que se te cuelan por los pliegues del cerebro y allí anidan. Te chupan la sangre. Se alimentan de ti. Y nunca mueren. Sólo se expanden. Malos pensamientos que acompañan malos sentimientos. Sentirme débil es sólo cuestión de segundos cuando empieza a dolerme todo el cuerpo. Estoy a punto de desfallecer, aquí, en mitad, y todos me mirarían extrañados porque hace tan sólo unos segundos estaba sonriendo.



En éste mes he recibido algunos golpes. Muchos de ellos ni siquiera sé si concretamente han sido golpes, o ha sido mi fragilidad haciéndose patente una vez más. Pero de algo estoy segura: este ha sido un mes horrible. Apenas he conseguido dormir cinco horas seguidas por las noches, el estrés y el nerviosismo me han acompañado todo el día, y he dejado de comer como una persona normal. Mi estómago no quiere recibir la comida. Se cierra y no le importa lo debilitado que esté mi cuerpo. En mi manual dicen que el cuerpo es inteligente y sabe cuándo no necesita comida, pero si sigo así, me caeré. 



Me siento sola es lo que más repito en mi mente. Estoy cansada de tener que estar continuamente luchando contra mí. 



Tenía una pequeña meta este mes, que en su ambigüedad, estaba medianamente segura de que iba a merecer la pena todo el esfuerzo y, sobre todo, todo el dolor. Conservaba un pequeño atisbo, una motivación, ese sabor dulce que hacía que me levantase todas las mañanas con un poquito más de ganas de seguir caminando. Unos días, conseguía tirar de mí más, otros días, simplemente me quería auto-convencer de que, en realidad, no lo deseaba tanto como imaginaba. Últimamente, había empezado a desearla. Sí. Quería que llegara ese día. Porque lo necesitaba. 

Pero ahora es cuando sé que no va a llegar de ninguna manera. No hay posibilidad. Y es aquí cuando todo se me ha caído encima. Sé que nunca debería poner demasiadas ilusiones en nada, sé que las cosas podían fallar... pero también sé que era la única cosa en estos momentos que podía haberme ayudado a querer levantar un poco la barbilla. 

De repente, ya no.

Y no sé cómo debiera sentirme al respecto. Porque una parte de mí me dice que es obvio que no iba a suceder. Que ese día no iba a llegar, ni tenía por qué hacerlo. Al fin y al cabo, ¿qué soy yo? ¿Qué es lo que, en suposición, me hace diferente? ¿Por qué? ¿En qué absurdo y triste momento llegué a pensar que soy algo que no soy? Y me siento estúpida, me siento ridícula, y todo lo que quiero hacer es golpearme el vientre, porque soy la única que con estos deseos y esperanzas está destrozándome.



El dolor es frío.



I'm wasted, losing time
I'm a foolish, fragile spine
I want all that is not mine
I want him but we're not right
In the darkness I will meet my creators
And they will all agree, that I'm a suffocator
~

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