«Hoy no ha venido nadie a preguntar; ni me han pedido en ésta tarde nada. No he visto ni una flor de cementerio en tan alegre procesión de luces. Perdóname, Señor: ¡qué poco he muerto!» (César Vallejo.)
(Cuando te fuiste, y se fue él, os llevasteis todo con vosotros.)
Es como si dentro de mí hubiese una bestia horrible. Atrapada dentro de la carne. Todo el tiempo está intentando salir, continuamente arañándome las paredes del pecho. Pero no puede porque hay algo químico que se lo impide. Mientras está por dentro, está causando horribles destrozos. Sus palabras son hirientes, afiladas como cuchillos. A veces creo que me agarra de la tráquea y aprieta todo lo que puede, como si estuviese deseando asesinarme por no dejarle salir. No es culpa mía que no pueda salir, así lo han querido. Me duele todo el cuerpo de intentar contenerla en mi interior. Estoy cansada de luchar. (Y aunque lo supiera, no te lo iba a decir.) Me desestabilizas. No consigo encontrarme a mí misma si de alguna manera estás cerca. Es complicado de explicar, pero es aún más complicado de entender. No, no es nada, está vacío, pero aún así consigue tambalear mi cuerpo como si se tratase de un seísmo. Supongo que debería acostumbrarme a que haya situaciones o personas que signifiquen mi propio infierno personal. (Acércate, por favor.) Mi mente ahora mismo es un conglomerado de imágenes y pensamientos inconexos y sin sentido. Si no puedo dominarla a ella, ¿cómo voy a poder con todo lo demás? (Pues sí, estoy pudiendo.)
Algún día debería tomar una decisión en pro de mi propia estabilidad, pero a quién le gusta estar estable cuando lo contrario siempre está ahí tentándole. Hay cosas que nunca se van a ir. Y conforme se van, vuelven. Como un boomerang. Es que la puta felicidad es adictiva aunque el 90% de mi tiempo consista en estar triste. Momentos, sucesión rápida de ráfagas de recuerdos todo el tiempo bombardeando mi cerebro. Qué estupidez, ¿no? Cualquiera diría que estoy traumada.
Ahora mismo es que estoy muy enfadada conmigo misma por estar triste por cosas que se suponen que no tienen ningún tipo de relevancia en mi vida, pero cuando se quiere a alguien tanto como yo lo hago, es inevitable que de vez en cuando ése amor se transforme en dolor dentro del cuerpo. De ése dolor se alimenta la bestia que trato de contener. Por éso siempre he tenido tanto miedo de enamorarme. Mi cerebro no sabe poner un límite. No sabe marcar una especie de parámetro que no podamos traspasar a la hora de amar a alguien. No sé querer de otra manera. Y cómo me gustaría aprender a controlar el amor que me sale a borbotones por el cuerpo. Por los ojos, por la garganta, por los dedos, por la cabeza. Todo en una misma dirección.
Más de una vez y dos he dicho que, el día de mañana, cuando ejerza, me darían ganas de prohibir a la gente amar. Al menos a la gente con problemas emocionales. Creo que sus vidas serían mucho más sencillas. Convivir con el dolor como si fuese fibromialgia. Duele constantemente y sin motivo.
Estoy empezando a creer en el puto significado de los sueños porque no paran de traicionarme. Mi propia cabeza conspira en mi contra. Acepté ese no, joder. Mi enfermedad me ha costado demasiado, y lo peor de todo es que tengo que hacerme responsable de actos que yo no he cometido. De cosas que dije y no sentía. De cosas que hice y tampoco quería. Y así me pasaré, toda la vida, tratando de enmendar los errores cometidos y asumiendo las consecuencias de algo que yo no hice. A veces pienso que quiero morir, pero en realidad no es lo que quiero. Lo que quiero es que se muera lo que llevo dentro. Lo único que ha hecho ha sido arrebatarme las cosas que quería. Y ahora yo, en la actualidad, debo cargar con los hechos. No, en ningún momento quise alejar a nadie de mí. Amé a todas y cada una de las personas que mi enfermedad me arrebató, pero ellos no van a volver nunca más. Porque mi monstruo les echó. Cómo me odio por ello.
Joder, y si me paro a pensar en aún todas las personas que me quedan por perder por culpa de ésta puta enfermedad, me entran escalofríos. No, coño, yo nunca quise perderos; yo nunca quise dañaros. Pero lo hice, y lo peor de todo es que no fui yo. Es que simplemente me odio.
If you go I'll stay
You come back I'll be right here
Like a barge at sea
In the storm I stay clear
~
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