martes, 18 de junio de 2019

Siempre acabamos llegando adonde nos esperan.

«Cuando me siento desdichado, pienso en la muerte. Es el consuelo que tengo: saber que no voy a seguir siendo, pensar que voy a dejar de ser.» (Jorge Luis Borges.)


Lo recuerdo absolutamente todo, hasta las más ínfimas esquinas de la más pequeña astilla del dolor. Recuerdo cómo tenía el cuerpo entumecido, la manera de moverse que tenían mis huesos, despacio, como si estuviesen teniendo que sostener el más pesado de los bloques de cemento. Recuerdo también que odiaba permanecer despierta, que cada segundo de consciencia de la realidad era como recibir una puñalada en el estómago. Necesitaba permanecer tan drogada todo el tiempo que era prácticamente imposible mantener una vida consciente y responsible de mí misma. Recuerdo el desasosiego, la desesperanza, las irremediables e irrefrenables ganas de morir todo el tiempo; el desgarro de mi familia, las pocas fuerzas que teníamos todos para continuar con una situación así. Todo estaba literalmente destrozándome, haciéndome pedazos de la forma más literal y estremecedora que hubiese podido imaginar.

Siempre he escuchado que hay personas que se hacen inmunes a sus propios sentimientos. Hay personas que se sitúan una coraza a su alrededor con el fin de protegerse del dolor; he de confesar que les envidio. Soy una persona tan expuesta al dolor que creo que debería aceptarlo como si fuese un apéndice de mi propio cuerpo. Mis propias emociones están matándome poco a poco, condenándome a un extraño vacío del que me veo incapaz de salir del todo. Siempre vuelvo ahí. Es como el útero que mantiene caliente y protegido al bebé. Lo único cierto. Lo único no incierto.


Todos tenemos ésos acontecimientos en nuestras vidas que marcan un antes y un después. Ésos sucesos que recordaremos para toda la vida. Ésas espinitas que se clavan en lo más profundo de nuestro corazón y que, por mucho que lo deseemos, siempre van a estar ahí. Todos tenemos a alguien a quien amaremos siempre, independientemente de las circunstancias. Todos llevamos por dentro nuestro pasado oscuro, lastrando nuestros errores, tragando nuestros sacrificios. Nunca sabremos lo que la otra persona está cargando dentro de sus costillas, nunca aprenderemos del todo a ver a través de los huesos de los demás. Y éso es tan triste. La escasa o nula empatía, el vacío al que nos sometemos los propios seres humanos, la desgana, la apatía, la pesadumbre. ¿Características de la sociedad en la que nos entremezclamos? La cultura del egoísmo, la cultura del débil, en la que no queremos entender, sólo queremos que las cosas cambien a nuestro rumbo rápida y fácilmente. Esforzarnos por nada, ¿para qué? Es más fácil cambiar nuestro camino que luchar por mantener vivo el que hemos tomado.


Me incluyo en ésta primera personal del plural porque yo también he sido así. Yo también fui de ésas personas que cuando el más mínimo factor se modificaba, tiraba la toalla. Cambiaba de objetivo, de miras, de perspectivas; creo que ahora he despertado un poco y éste mareo característico de cuando te levantas demasiado deprisa está agitándome. Yo no sé amar a medias, yo te lo voy a dar todo y voy a esperar lo mismo de ti. Supongo que ésta manera de sentir las cosas -por supuesto, enfermiza- no es compartida con nadie o, al menos, con pocas personas. No soy de las que se da por vencida enseguida. Tengo la capacidad de aguantar, de permanecer, de soportar, de seguir amando sin importar el qué. Por mucho tiempo que pase, sigo ahí. De una manera irremediable. De una manera enfermiza.


Las cosas no son fáciles. Y es más, puede que la psique humana sea una de las cosas más complicadas con las que me he encontrado en la vida; pero sé que si hay algo que se desea muchísimo y se trabaja en ello, finalmente se termina consiguiendo. Lo recuerdo absolutamente todo, recuerdo cada una de las palabras, que se me clavaban como balas dentro del pecho. Recuerdo con precisión milimétrica las miradas, el tacto, las manos, la manera de mirarme. Tal vez sea éso lo que está acabando conmigo.

Recordarlo, sin querer, absolutamente todo. Que no haya forma humana de deshacerse de ello. Supongo que es la forma que se tiene de amar a mi manera. El hecho de que, con una exactitud pasmosa, sea capaz de recordar absolutamente todo. Me aprieto la cabeza, tenso las manos, aprieto también los dientes; como si de alguna manera pudiese presionar a mi propio cuerpo para parir las cosas que están haciéndome mal por dentro. Joder, es imposible. ¿Por qué sigo recordando? Caminando, de la nada, emerge un recuerdo nuevo que creía plenamente muerto y sepultado. Coño, no es tan complicado todo, ¿no?


Coño, ¿qué mierda de forma de amar es ésta?


I'm fucked up, I'm faded
I'm so complicated
Those things that I said
They were so overrated
But I-I-I-I-I-I, yeah, I meant it
Oh yeah, I-I-I-I-I-I, really fucking meant it
~

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