viernes, 26 de julio de 2019

Qué difícil es echar de menos cuando no sabes con exactitud si lo que te falta es lo que ya ha pasado o lo que todavía no ha sido.

«Todo me cansa, incluso aquello que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor.» (Fernando Pessoa)


Supongo que la vida está hecha de pequeños cachitos de felicidad. No todo siempre pueden ser risas y buenos momentos, ¿no? Los malos también deberían formar parte de lo que es nuestro bagaje vital; dicen que, sin ellos, no seríamos capaces del todo de captar la verdadera esencia que se esconde detrás de una sonrisa. El problema que subyace a ésto, y que me imagino que no seré la única a la que le sucede, es que me he pasado tanto tiempo en la penumbra que, cuando vislumbro algo de luz y de felicidad, me aferro a ello como si mi propia vida dependiese de éso. Adicta a la felicidad, ¿y quién no? Para los que oscilamos entre dos polos diferentes de una forma continua, siempre bailando como si fuésemos un péndulo, ésto es más que comprensible. A veces nos atascamos demasiado en el dolor. Parece que nos hemos caído en un pozo sin fondo de petróleo, pegajoso y elástico, que nos atrapa ahí durante demasiado tiempo. Y te acabas por acomodar, porque revolverte en él es mucho más incómodo. Tal vez sea que tengo las piernas rotas y éso me impide avanzar. No lo sé. Creo que sí.

Me gusta venir aquí y hablarme porque, aunque mis palabras y frases parezcan inconexas, para mí tienen todo el sentido. Me está costando demasiado trabajo soltar. Aceptar el no al que cada vez más estoy sometida, pero que de vez en cuando se desdibuja en las líneas del horizonte. Siempre me han gustado las palabras transparentes; si es un sí, debiera ser siempre un sí, no sería justo que en determinadas ocasiones se manche con algunas tonalidades de no. Es todo un reto para mí. 


Ayer ocurrió algo que me sorprendió. No en exceso, porque ya me ha pasado en muchas otras ocasiones. Me encontraba en una situación en la cual se supondría que debiese estar pletórica de felicidad y, en lugar de éso, había un nudo en mi garganta y una presión en mi estómago incontrolables. Serían cosa del pájaro azul. Sentía como que debía salir corriendo lo más pronto posible, yéndome lo más lejos que me permitiesen mis piernas. Se suponía que la conducta que esperaba de mí misma era algo normal, tranquilo, pacífico. No estaba sucediendo nada malo, pero sentía unas terribles ganas de llorar en mi interior. No un llanto de felicidad. Era un llanto de desconsuelo. ¿O tal vez sí era de felicidad? (¿Ves lo que te digo cuando digo que estoy completamente confusa?). Por suerte, he decidido tomar una determinación para con mi vida. Es algo que siempre me ha costado demasiado esfuerzo, porque casi siempre albergo un rayito de esperanza en mi interior, pero tengo que soltar.

Siempre ha sido una de las cosas que peor se me dan; decir adiós tanto a personas, como a animales, incluso a objetos o situaciones. Acostumbrarme a que algo termina y no vuelve a suceder, acostumbrarme a que las personas se tuvieron que marchar y no pueden volver. La muerte no es el paso que termina con la vida. Quiero consolarme así. Pensar que todavía queda muchísimo tiempo allí donde estemos después de transfigurar nuestro espíritu. Quiero pensar que, después de todo, voy a volver a abrazar a aquellos que no van a volver nunca. Somos eternos, me decía mi abuelo. Y tenía toda la razón del mundo.


Muchas veces, cuando estoy triste o tengo ansiedad, pienso en él. Era la persona más tranquila y calmada que conocía, a pesar de que mi abuela siempre estaba hecha un atado de nervios. Él siempre la miraba con ternura y sabía qué hacer exactamente para calmarla, para decirle que todo estaba bien, y jamás se alejó de ella pese a los problemas mentales que pudiese tener. Nunca había visto tanta dedicación y dulzura en una persona, supongo que a éso me acostumbré. Puede que me acostumbrase a que cuando me encontraba mal, él me abrazase con sus manos rugosas, o se enfadase con mi abuela cuando me regañaba. Siempre me protegiste mucho, abuelo. A lo mejor por éso me siento así desde que te fuiste. Desprotegida ante el mundo. Supiste entenderme mejor que nadie, ¿verdad? Tú sabías en el fondo que había algo por dentro de mí que era muy especial y distinto a los demás. Y aún así no te marchaste. Estaré eternamente agradecida contigo por ello. Espero con ansias que algún día nos volvamos a ver y pueda volver a contarte que sí. Que conseguí salir adelante. Que la vida no me lo puso nada fácil pero que yo conseguí ser fuerte y deshacerme de todos los lastres que no me dejaban continuar. Que me gustaba mucho que me hicieses patatas fritas cuando no quería comer lentejas. Que disfrutaba en cada uno de los momentos en que me defendías si mis primas se burlaban de mí. Y que todos te echamos de menos. 


A veces me hace falta la persona que más podía comprenderme en el mundo, la que me daba su cariño más desinteresado. Por quien yo hubiese matado, por quien yo hubiese dado la vida. Yo creo que todos tenemos a alguien así. Ahora, cuando miro a los ojos de mi madre, veo tu ternura. Y puedo sonreír porque no te has ido del todo.


Nunca estamos preparados para dejar de estar con quienes nos quieren y a quienes queremos. Desde siempre. Estamos en una cultura que niega el abandono, niega la muerte, el vacío, la desaparición. El proceso de duelo es especialmente intenso, especialmente en aquellas personas que tienen una sensibilidad especial. No somos más débiles, sólo amamos más, de una forma muy distinta. 


Tú me rompes las entrañas,
me trepas como una araña,
bebes del sudor que empaña
el cristal de mi habitación.
Y después, por la mañana,
despierto y no tengo alas.
Llevo diez horas durmiendo
y mi almohada está empapada.
Todo había sido un sueño
muy real y muy profundo;
tus ojos no tienen dueño
porque no son de este mundo...
~

miércoles, 24 de julio de 2019

Me he pasado la vida resistiéndome al placer de acabar con ella.

«Me declaro vencido. Los años que me quedan los malviviré en penumbra. Cada mañana deshojaré una rosa -la misma- y con tinta evanescente escribiré un verso débil y nostálgico en cada pétalo. Os lego mi sombra en testamento: es lo más perdurable y sólido que tengo, y los cuatro palmos de mundo tranquilo que creo cada día con la mirada. Cuando muera, cavad un profundo hoyo y enterradme en él de pie, frente al mediodía, que el Sol al salir me ciegue el fondo de los ojos. Así la gente que me vea exclamará: "Mirad, un muerto con la mirada viva".» (Miquel Martí i Pol)


Tal vez el instinto de muerte al que se refería Freud en sus teorías no era tan descabellado como nos han hecho pensar desde lo científico. Todestriebe. Buscando aquel estado que fue antecesor de la vida. Tendencia a la autodestrucción; miedo, frío, soledad. Bueno, yo creo que de vez en cuando tenemos que pararnos a respirar. Eres mi instinto de muerte. 

De algún estúpido modo, siento que fuera de las paredes de yeso duro hay un corazón que late en mi dirección. Tal vez nunca he sido demasiado perspicaz a la hora de saber algo acerca de los demás, siempre me ha sido complicado identificar emociones, pensamientos o sentimientos; si tan sólo pudiese quitarme esta ilusa sensación de encima, tal vez todo pudiese ir un poco mejor. Pero no puedo, porque no me sueltas. Sigo pegada, contagiada de alguna enfermedad desconocida cuya cura nadie ha sabido hallar aún. He querido dejarlo todo en tantas ocasiones que creo que el siguiente paso sería arrancarme la piel. Quedarme en carne viva dolería un poco menos, estoy segura. Bueno, es que amar es complicado. No conozco a nadie en la Historia que haya sabido amar sin dolor. Los poemas más hermosos nacen de la desdicha, de la soledad o del llanto.


Si se realiza una pequeña y rápida búsqueda en Google, se puede observar que no existe un consenso preciso y exhaustivo que defina lo que es el amor, como podrías encontrar la definición de lo que es una piedra, un árbol o una molécula de carbono. Existen quienes lo definirían de una forma más positiva, quienes lo definirían de una forma negativa, e incluso los escépticos que sostendrían que es imposible llegar a definir un sentimiento en base a ciertos parámetros. Definiciones científicas, filosóficas, e incluso definiciones de estar por casa. Si tuviese que aportar lo que es mi propia definición, horneada por mí misma, de lo que es el amor, probablemente me decantaría por algo relacionado con el dejar ir. 

Tal vez en mi propia experiencia no haya sido más que sujeto de experiencias amorosas en las que siempre acabo ondeando sobre la misma premisa: aquellos a quienes amo están mejor sin mí. Es un hecho comprobable. Es un hecho que yo observo con mis propios ojos. Es cierto que puedo llegar a hacer felices a las personas durante ciertos momentos, es cierto que cuando mis emociones se encuentran bajo mi dominio y control, puedo llegar incluso a ser una de ésas personas con las que es agradable encontrarse; pero la mayoría del tiempo no es así. Amar me trastoca, me revuelve los mecanismos cerebrales y hace que mi visión sobre todo se distorsione. Es muy parecido a cuando una persona toma cocaína, y después tiene que sufrir las horribles consecuencias del síndrome de abstinencia. Soy certera con quien amo. Pero también sé que el amar para mí es como una droga. Me hace sentir tan bien que soy incapaz de abandonarla. Pero en algún momento sé que no solamente por mi salud, sino también por el bienestar de quienes amo, debo dejar de hacerlo.


No sé amar a medias y, conforme pasa el tiempo, mis dudas sobre si alguna vez supe hacerlo se acrecentan. ¿Se supone que se sabe cuánto se ama cuando se realiza algún sacrificio por amor? ¿O se mide en las veces al día que ésa persona ronda tu cabeza? Al no haber definición exacta, no sé muy bien a lo que atenerme. ¿Es amor lo que siento, es ésto lo que me sacude y en muchas ocasiones me deja postrada en la cama, sin prácticamente nada que poder hacer para remediarlo? No nos soltamos. Supongo que por ésta estúpida adicción que tengo, supongo que de alguna manera tú tampoco puedes, aunque se me escape el por qué. Siento que me gusta amar. Es complicado.

Yo recuerdo la manera de tocarme y la traigo al presente. Siento calor si en alguna situación olvido la manera. Mi cerebro se encarga de recordármelo casi siempre. 



Why did you leave me here to burn?
I'm way too young to be this hurt
I feel doomed in hotel rooms
Staring straight up at the wall
Counting wounds and I am trying to numb them all
~

martes, 23 de julio de 2019

Sobrevivir. ¿Es ésto lo que queríamos? Queríamos vivir, no sobrevivir.

«La vida es triste... Dolores, desilusiones, y la nada al final como resultado de tanta inquietud. Pero los hombres pasan junto a la muerte sin fijarse en ella, y aunque no sabemos por qué estamos aquí ni a qué nos conduce nuestra vida, la humanidad grita rabiosamente: "¡quiero vivir!", y éste deseo la engaña y la sostiene. La vida a toda costa, sea como sea; por el placer de vivirla, por el gusto de existir, por la satisfacción de haber nacido.» (Vicente Blasco Ibáñez)


Necesito tranquilidad. Allí afuera todas las cosas están revueltas. No tienen sentido, ni orden. Todo se mueve muy deprisa, a una velocidad que yo me veo incapaz de tomar también. Me es complicado de comprender y explicar, porque lo que yo entendería como echar mortalmente de menos en términos profesionales se conoce como estrés post-traumático. Bueno, después de haber leído mucho sobre el tema, me niego a dar credibilidad a éste diagnóstico. Es cierto que pienso mucho y que a veces llego a la conclusión de que tal vez sea éste el motivo por el cual estoy atormentándome un poco por dentro. Pero sé que todos sabemos en cierta medida que es complicado mantener nuestros pensamientos al margen cuando se trata de cuestiones emocionales. Especialmente si tienes una disfunción que te impide poder controlarlo todo bien.

Yo no sé amar a medias, supongo que ése es el problema. Amo siempre. Amo mucho. Sin medida, sin control, sin ataduras, sin hambre, sin cielo, sin nubes.


Éste es mi pequeño lugar. Creo que si pudiese definirlo, si pudiese transformarlo en una habitación para mí misma, sería una estancia gigantesca, con muchísimos cojines enormes en el suelo, algunas cortinas, y un enorme ventanal en el que entraría aire fresco moviendo las ventanas con suavidad. Las vistas serían a un frondoso bosque con un lago en lo más profundo. Todo en calma, todo en paz. Algunas veces, por las noches, algunas tormentas sacudirían las copas de los árboles, y yo cerraría los ventanales para sentarme en el alféizar de la ventana con un libro, un cuaderno y un bolígrafo entre las manos. Si me diesen a elegir, siempre iría en pijama; uno calentito para cuando las tormentas estuviesen azotando las ventanas, y uno de ésos camisones larguísimos y blanquísimos para cuando el Sol picase a través de las cortinas. Me encantaría poder tumbarme en ésa cama gigantesca mientras escucho tranquilidad a mi alrededor. De ése tipo de relajación que sólo se consigue cuando duermes en el pecho de otra persona y tienes la certeza de que cuando despegues los párpados seguirá allí. Ése tipo de tranquilidad que pocas personas pueden proporcionarte o, más bien, tal vez sólo una. Me gustaría caer en la suposición, tal vez un poco pretenciosa, de que recibiré alguna visita por las noches. Cuando menos me lo espere; cuando más me vea necesitada.


En muchas ocasiones, lo recuerdo. Es probable que, en pro de mi protección y mi propia seguridad, mi cerebro haya decidido abandonar o dejar de lastrar algunos recuerdos que podrían significar un gran peligro para mí, pero hay otros tantos que, al parecer, se ha negado a abandonar. Supongo que a él también le hacen un poco feliz; aunque cueste admitirlo en voz alta. Siempre volvemos a ésos lugares donde fuimos felices, aunque sea simplemente durante unos segundos y aunque sepamos que tendremos que regresar abruptamente a la realidad. Vivir en la continua imaginación es algo que desgasta, supongo que ésa es una de las razones por las que me encuentro cansada últimamente. Desear y esperar son dos actos demasiado valientes, demasiado presuntuosos, demasiado arriesgados. Caemos en el peligro de ser víctimas de nosotros mismos.

Nadie como nosotros para conseguir hacernos el máximo daño posible, porque sabemos exacta y precisamente dónde nos duele.


En honor a la verdad, nunca se me dio bien escribir. Tal vez hubiese una época en mi juventud en la que conseguía hacerme más amiga de las metáforas y todos los recursos literarios que tanto me gustaban, pero llega un momento en el que la mente se estanca. Puedo haber sacado tantísimo de mí que ahora lo único que hago es repetirme en bucle, continuamente, esperando que ésto sea de algún tipo de ayuda cuando, efectivamente, no es así. Quiero dejar de creer en la magia, en las posibilidades, en la ley de la atracción cuando me repito a mí misma continuamente un imposible.

Venir aquí es como vaciarme. Creo que me quedo un poquito sin fuerzas, el cansancio y el sueño me van venciendo y se me cierran los párpados poco a poco. Suelo darme golpecitos en la frente como si éstos me fuesen a arrastrar hacia la realidad, hacia el momento presente, pero desde luego no en todos los casos funcionan.

Bueno, nuevamente parece que debo aprender un poco más de mí misma.


¿Recibiré alguna visita hoy?


Oh my God, I feel it in the air
Telephone wires above
Are sizzlin' like a snare
Honey I'm on fire, I feel it everywhere
Nothin' scares me anymore
~

lunes, 22 de julio de 2019

Soy de ésas que canalizan el dolor de mala forma, de las que se hieren a sí mismas casi por norma.

«Cada uno tiene que conocer en la vida muchas tristezas. Lo notable es que cada tristeza es distinta de la otra, porque cada una de ellas se refiere a una alegría que no podemos tener.» (Roberto Arlt)



Siento frío a mi alrededor. Como si continuamente estuviese soplando un viento gélido en una noche seca. De ésas en las que no hay absolutamente ningún sonido, todo parece estar en calma y tranquilo, mientras que permanezco en mi cama, mirando la oscuridad. Con mil pensamientos abarrotados en mi mente, golpeándose contra las paredes de mi cráneo. Supongo que ansían salir, pero creo que cada vez que les dejo colarse por mis labios o mis ojos, vuelven a entrar. Parece que sean como mis hijos. Por mucho que yo quiera otorgarles la libertad, hay algo en ellos que hace que siempre vuelvan conmigo. Realmente son inconexos y algunos de ellos ni siquiera tienen sentido, o al menos no en la actualidad. No puedo evitar recordar algunas de las cosas malas que me han sucedido. Continuamente estoy recibiendo consejos de que me perdone a mí misma, pero considero que en la actualidad ya no hay nada que perdonar. Hice -hago- todo lo que pude y mucho más, pero jamás es suficiente. No, no es que sea demasiado exigente conmigo misma, es que hay algo dentro de mí. No soy yo.

Es un monstruo terrible.


Hay muchas ocasiones en las que quizás necesitaría algo más de comprensión. En realidad, pienso que no debería estar continuamente explicando que no puedo seguir los ritmos normales, que sufro mucho estrés en mi día a día aunque no haga nada, pero hay algo que me obliga a decirlo. A justificarme todo el tiempo. Tal vez ésa es una de mis mayores causas de estrés. Explicar lo que me ocurre, aún quizás a sabiendas de que no debería. Pero a veces siento que mi entorno me presiona. Hay algunas personas que entienden mi discapacidad y la respetan de alguna manera, pero siento que también hay una gran falta de empatía. Y ésa falta de empatía viene acompañada de exigencia. Unas exigencias que no puedo cumplir por mucho que me proponga.

No puedo, pero no es porque quiera limitarme, es precisamente porque sé dónde están mis límites, sé hasta dónde puedo llegar y también sé que presionarme sólo me pondrá en contra de los demás. Quiero poder explicar lo que me sucede y que se me entienda o que no se me juzgue por ello, pero parece ser que es una misión complicada.


A veces creo que mis pobrísimas habilidades sociales acabarán por pasarme factura, con un precio muy gordo, el día menos pensado. A lo que me refiero es a ésa negada capacidad de comprender qué hay en la mente de las personas -o, mejor dicho, saber interpretarlo- cuando me encuentro en una situación social. No sé identificar cuándo una persona está alegre o contenta, me cuesta realmente poder señalar cuándo una persona no está a gusto o sí que lo está, y éso me genera gran estrés. Nunca había experimentado algo así antes; es una situación muy curiosa pero, desde luego, también incómoda a partes iguales. Me genera muchos problemas al cabo del día, sobre todo con las personas que quiero. Supongo que no ayuda el hecho de que actualmente me encuentre confusa respecto a mis pensamientos y sentimientos. Realmente nunca he estado del todo segura. Me cuesta estar segura de mí misma en ciertos aspectos. ¿Estaré tomando las decisiones equivocadas? Qué ilusa yo por creer en la magia.



Me pregunto si habré tomado las decisiones correctas, y si el camino que estoy recorriendo actualmente será el adecuado para mí. La mayoría de los aspectos de mi vida no consiguen completarme del todo, supongo que lo que ocurre es que las comparaciones son odiosas y yo no puedo evitarlas todo el tiempo. ¿Cómo relajar la mente? Se supone que yo tendría que saberlo, ¿no? Al fin y al cabo, es a lo que debería dedicarme el resto de mis días. 

Lo más probable es que la causante de todos éstos desvaríos sea yo. La mente es la loca de la casa, es lo que me dicen continuamente, y cada vez me encuentro más de acuerdo. La nulidad de poder canalizar lo que siento, la energía que brota de mi interior, es lo que me mantiene atada. ¿Qué es lo que me gustaría hacer ésta tarde? Bueno, me gustaría salir, explorar, contemplar, sentir el aire frío correteando entre mis dedos y poder salir de ésta pequeña burbuja en la que llevo reclusa bastante tiempo. Anoche tuve un sueño extraño y bonito. Quisiera poderte decir tantas cosas pero en mi garganta hay un nudo y en mi pecho un pájaro azul.

Como el de Bukowski.



Algún día te contaré todas ésas cosas que no puedo decirte.



I got no excuses
For all of these goodbyes
Call me when it's over
'Cause I'm dying inside
Wake me when the shakes are gone
And the cold sweats disappear
Call me when it's over
And myself has reappeared
~

viernes, 12 de julio de 2019

Refugiada en mi coraza tras golpes que no asumí.

«Si algo regala el cielo es sólo tristeza, y no da nunca nada sin quitar otro tanto; si los que aún no han venido vieran cómo sufrimos por culpa del destino, no vendrían jamás.» (Omar Khayyam)


En disonancia. No estoy en éste mundo, pero tampoco estoy en aquel. No estoy aquí, pero tampoco estoy allí. Pero éso no significa que deje de existir. Ni siquiera creo que signifique del todo que no pueda prestar a las cosas la atención debida. Se supone que ésto pasa porque hay una herida en el pasado, y no sé exactamente qué herida es. Puedo hacer suposiciones, y puedo tratar de hacer todo lo posible por mantenerme los pies firmes en la Tierra, pero no puedo asegurar nada. Es como si mi mente quisiese flotar. No quiere estar aquí. Aún recuerdo la media sonrisa de la psicóloga cuando le pregunté qué podía hacer para remediarlo. Me decía que ojalá lo supiera. No tiene las herramientas necesarias (ni ella, ni nadie) para hacer frente a ésto, y éso me entristece. Se me está complicando un poco el permanecer aquí, en el mundo de lo tangible. Tengo la sensación de que cada vez que bajo, aparece la tristeza. Sin duda alguna, es un fenómeno muy desagradable. Mi mente volando, y mientras yo atada aquí. Como si estuviese encerrada dentro de un cuerpo que está muerto. No me puedo mover. Ni siquiera puedo tener ansiedad. Sólo puedo permanecer quieta. Tratando de no hacerme daño. Ni a mí, ni a nadie.


Hace bastantes noches que no puedo dormir del todo tranquila. Antes solía tener ensoñaciones despierta, me imaginaba una vida muy diferente a la que tengo, quizás también con sus matices de dolor, pero creo que es un poco lo que mi corazón anhela; por éso conseguía calmarme y cerrar los ojos sin tanta angustia. Pero hace algunos días que ésas ensoñaciones no me calman, no me sirven para poder tranquilizarme y descansar. Me sorprendo muchas veces a mí misma contando ovejitas como tantas y tantas veces me han recomendado. Una, dos, tres, cuatro... y vuelta a empezar, todas las noches igual. Dormir es un poco lo que podría aliviarme de mis pensamientos evasivos (excepto cuando sueño, claro), y es una de las cosas que más me cuesta en mi día a día. Permanecer despierta es simplemente agotador. Cierro los ojos, noto que el cansancio invade mi cuerpo, pero sencillamente me es complicado dormir. Hay demasiadas preocupaciones en mi cabeza, preocupaciones irreales pero que me pululan.

Hay veces en las que pienso que estaría mucho mejor metida todo el día en la cama, pero algún espacio de mi mente trata de darme las fuerzas necesarias para continuar batallando con lo que quiera que me esté sucediendo. Claro que hay heridas en el pasado, ¿no?, todos tenemos de éso. Algunas personas las podemos afrontar de una manera, y otras de otra forma. Me da un poco de pena ser de ésas personas cuyos mecanismos mentales les llevan a la evasión. Disonancia cognitiva. 

Al menos no es déficit de atención.


Ahora tengo muchas más obligaciones que cuando empezó el Verano. Supongo que éso es bueno, estoy aprendiendo a responsabilizarme y a llevar una vida como siempre la he querido: normal y tranquila. Pero tal vez la tranquilidad no está hecha para mí. Tal vez soy una de ésas personas que necesitan vivir en zozobra. O tal vez yo misma soy la zozobra, y es por éso que todo el mundo ha acabado alejándose de mí. Nadie puede vivir permanentemente en un barco al que atacan continuamente las tormentas. Es agotador. También para mí. No es placentero.


No son pocas las ocasiones en las que siento que mi entorno no me entiende. Más bien, no soy capaz de explicarles con certeza lo que me ocurre. Siento que por muchas veces que lo diga o que lo exprese, no consigo transmitirles lo muy doloroso que es pasar por lo que estoy pasando. A fin de cuentas, ellos no son responsables o no; ya he dejado de molestarles con mis tristezas. No me resulta nada fácil fingir una sonrisa. A veces se me escapa una, pero de repente vuelvo a entristecerme por motivos que realmente no entiendo. ¿Será que necesito descansar? Por más que duerma, termino despertando con angustia. Mi cabeza no puede más. Me duele físicamente. 

Quiero cerrar los ojos y dejar de soportar esta presión.

Establecer contacto con la realidad.


Anoche miré la báscula. 45 kilos. Esto empieza a ser preocupante.


Rectifico, acepto mis errores y me pesan,
duele tanto el corazón que ya ni siento la cabeza...
Soy de esas que canalizan el dolor de mala forma,
de las que se hieren a si mismas casi por norma;
y no es normal, si yo lo sé, me exijo tanto que me duelo.
No me fío de nadie por los que me tomaron el pelo.
Y dime tú si estuvo mal volcarme en corazón y alma,
si no sé querer a medias y encontrar así la calma.
Las palmas levantadas, aunque jamás me rendiré,
mi orgullo a flor de piel y lo que digas al respecto ya lo sé...
~

miércoles, 3 de julio de 2019

Qué cansancio abandonar la inexistencia y morir después todos los días

«No sé, pero para mí lo peor de este mundo es el sentimiento de impotencia. Darse cuenta uno que todo lo que hace no sirve para nada. Estar uno convencido de que hace algo importante, mientras hay cosas mucho más importantes por hacer, para darse cuenta que se sigue en el mismo estado, que no se gana nada, que no se avanza terreno, que se estanca, que se patina. No poder uno multiplicar talentos, estar uno convencido de que está en este mundo haciendo un papel de estúpido, para mirar a Dios todos los días sin hacerle caso.» (Andrés Caicedo)


Querido tú Querida nada:

Llevan demasiado tiempo tratando de convencerme de que tengo que perdonarme. De que he sido demasiado dura conmigo misma a lo largo de mi vida. De que en el fondo, las cosas malas que he hecho han sido porque estaba enferma, o simplemente no podía ser consciente de mis propios actos. Bueno, creo que en parte llevan razón, pero hoy me es imposible llegar a creerlo. Hice cosas muy malas y nunca he sido lo suficientemente valiente como para pedir perdón. No ése perdón que tenía que ver con las súplicas, no ese perdón que repetía una y otra vez porque me desesperaba el hecho de imaginar que podía quedarme sola. Hoy me arranco un perdón sincero, aunque no tenga fuerzas, aunque me haya rendido conmigo misma.

Sé que al principio cuando empezó a gestarse mi enfermedad, no podía comprender demasiado bien lo que sucedía a mi alrededor. Estaba completamente separada de la realidad. Pero éso no quiere decir que mis actos no tengan consecuencias, ni que no deba arrepentirme sólo por el simple hecho de que no podía ser del todo consciente de lo que estaba haciendo. La ignorancia no justifica el dolor que he causado, y tampoco quisiese que lo hiciera. No responsabilizarme de mis actos podría ser lo más irresponsable que pudiese llegar a hacer.

Tal vez he tardado demasiado tiempo en darme cuenta, o más bien tal vez siempre he estado rodeándome de las premisas equivocadas. De todas ésas veces en las que me dijeron que no era mía la culpa, sino de los demás, por no entenderme. Estaba en el error, sumergida completamente. Y era incapaz de apreciar las cosas.


Sí, te hice (os hice) daño. La única manera que tendría de defenderme es que no lo hice deliberadamente. Jamás fue mi intención aunque hubiese podido llegar a parecerlo, pero efectivamente, lo hice. Rompí tus peluches, destrocé la rosa blanca, lloré, grité y llegué incluso a despreciarme a mí misma por hacerlo. A día de hoy, lo sigo haciendo. Pero ya no me siento capaz de escudarme en mí durante mucho más tiempo. Hay muchas cosas que hice mal y que jamás podré remediar. Pinté las paredes y no me cansaba de decir que estaba sola, aún cuando había mucha gente a mi alrededor. Después, me quejaba de que me tratasen mal. Supongo que hay un poco de razón en algunas palabras: puede ser que me encante hacerme la víctima. Tal vez nunca me han tratado mal. Todo haya sido fruto de mi imaginación, o tal vez un artificio de ésta asquerosa enfermedad que me persigue desde hace... bueno, realmente no sé desde hace cuánto tiempo que lo hace. He perdido la cuenta de los años que llevo cargando a mi espalda algo tan asqueroso.


El hecho de estar dañada nunca me dio derecho a tratar mal a los demás. Siempre es muy doloroso cuando, después de tener una crisis, tienes que rendir cuentas contra ti misma. Simplemente pierdes el control y no eres tú la que maneja tu cuerpo. Hay algo más oscuro, intangible y que duele. Siempre traté de justificar mis actos con éste hecho, pero ha llegado un punto en el que ni siquiera me satisface a mí misma. Estar enferma jamás me dio permiso para perder el control. Por mucho que no pueda mantener las riendas sobre mí misma.

Sé que, como todo, pedir perdón no alivia ni repara el daño; debería haber un ejercicio más profundo, un momento de reflexión en el que pudiese hacer algo para demostrar que estoy arrepentida, alguna manera de compensar todos los actos malos que he cometido. De momento, no está ocurriéndoseme ninguna. Es complicado. De alguna manera, sé que volverá a suceder, volveré a perder el control y volveré a tener que pedir perdón asumiendo las consecuencias de algo que nunca quise hacer, pero lo hice. Es bastante doloroso. Pero no estoy escribiendo para que no me duela, sino para dejar fluir mis pensamientos en un espacio abierto. Que haya luz.


Nunca quise dañar a nadie. Sé que el dolor emocional es mucho peor que el dolor físico, y lo he infligido muchas veces. Incontables. He perdido a mucha gente a mi paso por estar enferma y, pese a que es algo que no escogí, sí que debo hacerme cargo de todo ello. Mentí, pese a que nunca debí haberlo hecho. No sé por qué lo hice, tal vez fue por miedo, tal vez fue porque pesaba demasiado mi pasado en mí, y necesitaba empezar de nuevo de alguna manera. Cometí demasiados errores que después he seguido cometiendo una y otra vez, como si fuese incapaz de aprender de ellos. Ya no los miro con lágrimas en los ojos sino con un profundo sentimiento de desprecio hacia mí misma o, al menos, hacia ésa faceta de mi persona. Nunca debí haber dañado. Si pudiese viajar hacia atrás en el tiempo, hubiese detenido muchas cosas. Pero como no puedo hacerlo, aquí dejo constancia de que hay algo en mi interior que se arrepiente de corazón, y que le gustaría ser capaz de remendar las heridas de alguna manera.

Tal vez no las haya, y esté desvariando. Pero a mí aún me duele saber que en las vidas de algunas personas he hecho más mal que bien. Lo lamento.


Para ser sincera conmigo misma, sigo pensando que no debiera inmiscuirme en la vida de nadie. Esto probablemente se acabe aquí, ¿sabes? Probablemente todo irá yendo de menos hacia menos, y algún día todo esté completamente equilibrado y separado; mientras tanto, soy consciente de que si algún día quiero hacer el bien en la vida de alguien a quien aprecio o por quien siento amor, lo más sabio que pudiese hacer es retirarme a tiempo. Antes de causar dolor. Sé que tarde o temprano, acabaré haciéndolo. Incluso aunque ésa persona realmente no esté sintiendo nada por mí. Mi inestabilidad es asfixiante. Tal vez darme por vencida sea la fórmula buena.

Espero que algún día logres perdonarme. Si lo rompí todo, aún lo conservo.


So I'm sorry to my unknown lover
Sorry that I can't believe that anybody ever really
Starts to fall in love with me
Sorry to my unknown lover
Sorry I could be so blind
Didn't mean to leave you
And all of the things that we had behind
~

martes, 2 de julio de 2019

Yo también estuve en paz, pero nací; allí comenzó mi guerra.

«Me he acostumbrado a estar triste, a ahogarme en el éxtasis del dolor, a sentir cómo mi alma es atravesada por una infinita amargura y quedarme ahí solo, a oscuras, cubierto por el frío.» (Valtiel Leitlav)


Estoy llorando, aún no me lo creo. Hacía mucho tiempo que no sentía ésta necesidad tan ingente de llorar. Como si a lo largo de los años no hubiese aprendido que no sirve de nada. Porque todas las veces que lloré y todas las veces que supliqué nunca dieron sus frutos. Llorar era una pérdida de tiempo. Sólo me hacía ver más débil de lo que ya era. Sólo me recordaba lo mortal que soy, la fragilidad que tenían mis huesos. Llorar y arrepentirme nunca me sirvieron de nada, el amor se acababa. Aún no he sabido hallar precisamente cuál es el motivo por el que estoy llorando; no sé si es verdadera tristeza por lo que acaba de suceder, no sé si es impotencia o rabia, tal vez mezclado con un poco de odio hacia mí misma y hacia la situación; no sé si es porque estás aquí pero al mismo tiempo no lo estás. No sé si es por este asqueroso zumbido que está desde hace días reventándome la cabeza. No sé por qué ocurre nada, y sé que todo el tiempo estaré devanándome la cabeza por encontrar un motivo. Las palabras duelen, pero nadie se preocupa de cuidarlas. No podía esperar que sucediera ahora. No he estado envenenándome durante mucho tiempo, simplemente me he dado cuenta de que hay cosas que no pueden continuar. Sé que a veces mis pensamientos son malos para mí. Sé que te echo de menos.


No sé por qué lloro si ha quedado demostrado en numerosas ocasiones que realmente no sirve para nada. Las lágrimas no ablandan a nadie, ni tan siquiera se toman en cuenta muchas veces. A la única a la que le importan es a mí. Hay demasiadas cosas que mi alcance no puede sujetar. Tengo la mandíbula tan apretada que ha empezado a dolerme en el hueso que hay cerca de las orejas. Estoy esforzándome por algo que a nadie más le importa. A veces parece que soy la única que está hecha de carne y hueso. En éstos precisos momentos siento que odio a todo el mundo. El nudo que hay en mi garganta está más apretado que nunca y la presión dentro de mi cabeza se torna insoportable. Unido al calor, todo ésto parece ser un arma de destrucción masiva. Sí, es que creo que realmente no estaba pidiendo nada del otro mundo. Prefiero que no me hables. Cierro los ojos. Vale. Yo no importo. Ya me quedó claro muchísimos años atrás, no hacía falta que se me recordara continuamente. La víctima. Cierro los ojos otra vez. La música no palia. No sirve.

Te juro que no quiero que vuelvas, pero tampoco quiero que te vayas.


He tomado en demasiadas ocasiones la determinación de alejarme porque es lo más positivo. Esta vez, en ésta precisa ocasión, no siento que haya hecho nada malo. No me he estado envenenando. Simplemente es que creo que hay algo que no me deja dormir por las noches. Tampoco se va. Esta ahí. Mirándome. Impasible. Silencioso. Bueno, no es del todo silencioso, a veces hace ruido. Sólo tengo que esperar un poco a que me haga efecto la pastilla y ya está, es en lo que puedo refugiarme ahora. Desde luego, esperaba muchísimas cosas del día de hoy, pero no esto. Tomo aire por la nariz y lo expulso por la boca. Esto no es vida. ¿Por qué me sucede a mí todo el tiempo? A medias siempre. En el limbo entre el sí y el no.  Hay cosas que no se marchan nunca y hay personas que nos van a acompañar durante toda nuestra vida. Para bien o para mal.


Si tan sólo pudiese hacerte comprender una mínima parte del dolor que siento, creo que no estarías haciendo ésto que haces.

¿Y si nos vamos lejos?


Feels like a close, it's coming to
Fuck am I gonna do?
It's too late to start over
This is the only thing I, thing I know
~

Ya ves: me duele el cuerpo, me duele la cabeza, me dueles tú.

«Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada.» (Mario Benedetti)


Para las personas que nos morimos de amor, hablar sobre ello no es una tarea fácil. A veces, incluso no tenemos por qué estar muriéndonos de amor por alguien en concreto. A veces es simplemente que el amor se nos sale por los poros, necesitamos a alguien que pueda ser receptor de toda ésa energía que nos desborda, que brota de nosotros de manera limpia. Sí, bueno, ya he dicho muchas veces que los sentimientos de las personas como yo a veces son feroces y fuertes, parecen bestias primitivas con hambre, dispuestos a saltar sobre el primero que pase por delante. Son abrumadores, incluso a mí logran sobrecogerme a veces. Pero son sinceros, al menos puedo consolarme con éso. Nada de lo que nace de mí es mentiroso o irreal. Es probable que sea contradictorio, tan contradictorio, y confuso, pero jamás pecaré en la mentira. Estoy plenamente segura de ello. Nunca mentí. Tal vez sólo me protegí. Porque nunca tuve otra opción.


Un mal día lo tiene cualquiera, es lo que puedo pensar. Una larga sucesión de malos días, simplemente, es algo que debería estar asociado a otro algo. ¿Por qué he de ser yo quien esté continuamente esforzándose en mejorar ciertos aspectos de su salud mental, mientras que hay otras personas que no tienen el más mínimo interés en esforzarse? Puedo entender que haya situaciones que nos sobrepasen, y que el mal humor es algo que no puede evitarse ni esconderse durante mucho tiempo, especialmente cuando tienes en alguien la suficiente confianza para no ocultar lo que piensas, pero también he de reconocer que no soy capaz de comprender del todo por qué. Por qué, por más que estás dándolo todo continuamente por que ciertas cosas sigan un curso correcto; por mucho que me esfuerce, por mucho que quiera superarme a mí misma. Joder, estoy enferma y estoy haciendo el puto esfuerzo que parece que nadie más quiere o puede hacer. 

Hay palabras que duelen y no solamente por su contenido gramatical o por su significado, sino porque simplemente sabes que duelen. Y lo peor es que las otras personas también son capaces de percibir lo que duelen. Lo sé porque se arrepienten después. Pero a mí, un después está dejándome de ser suficiente. Estoy empezando a enfadarme de verdad. (Ahora te comprendo un poco.) Estoy dejando de saber qué hacer o cómo comportarme. Mi comprensión y mi paciencia tienen límites difusos. ¿Hasta dónde voy a poder soportar?

Hasta que... no sé.


¿Sabes que todas las noches sueño con lo mismo? En la mayoría de ocasiones no me acuerdo de cuál era la línea narrativa que continuaban mis utopías, pero puedo recordar perfectamente las sensaciones que me dejan después. En algunas ocasiones, un poco de mal cuerpo; tengo el pecho un poco constreñido y me cuesta un par de segundos ser consciente de que todo es fruto de mi cabeza. Son imágenes entremezcladas que no están muy claras, pero no dejan de ser curiosas. (Nunca creí en el psicoanálisis.) Hay fragmentos que nunca se me van a olvidar. Tampoco querría que lo hicieran. Hay cosas que me guardo para mí porque sé que nadie las va a cuidar mejor que yo. Si tal vez soy la única que los conserva me da igual. Son míos. Nadie me los puede quitar. Soy libre en mi pensamiento. Somos libres en mi pensamiento.


Es complicado. Muchas veces se me trastoca lo que hay por dentro. Tengo que reafirmar y ordenar un montón de frases inconexas, de pensamientos que vagan de acá para allá. Muchas noches, lo único que me queda para mí es pensar. Pero éso no quiere decir que sea lo más positivo que pueda hacer para mí. Me hace daño. Las posibilidades me rondan la cabeza, casi todo el tiempo -la mayoría-. El cómo deshacerme de ellas lo desconozco, pero supongo que aprendí a tratar de ignorarlas al menos durante un tiempo. No creo que ésto sea bueno pero sigo haciéndolo. Dios, a veces puedo llegar con tanta intensidad que me aterro. Te prometo que estoy haciendo todo lo que puedo para controlarlo, pero una y otra vez está lo mismo en mi cabeza. Buscarme, una y otra vez. A mí, a cualquier cosa, al vacío, a los ojos.

Los ojos. Cierro los míos. Aparecen cientos de miradas más. ¿Cómo se deshacen? La negrura no se los come. Quiero hacerme un ovillo a tu lado y dormir un poco.


Estoy demasiado cansada.


Don't make me sad, don't make me cry
Sometimes love is not enough and the road gets tough, I don't know why
Keep making me laugh
Let's go get high
The road is long, we carry on
Try to have fun in the meantime
~

lunes, 1 de julio de 2019

Imagíname: no puedo existir si no me imaginas.

«Un punto importante de la sabiduría de la vida consiste en hallar la recta proporción entre el cuidado que prestamos al presente y el que dedicamos al futuro, de modo que ninguno de los dos anule al otro. Muchos viven demasiado sumidos en le presente: son los frívolos; otros piensan demasiado en el futuro: son los pusilánimes y aprehensivos. Rara vez se encuentra a alguien que guarde el justo equilibrio. Aquellos que por sus deseos y esperanzas sólo viven en el futuro, que miran siempre hacia adelante y se lanzan impacientes hacia lo que viene, creyendo que les habrá de traer la verdadera felicidad y, mientras tanto, dejan pasar el presente sin prestarle atención o disfrutarlo, son comparables, no obstante su prevención petulante, a esos asnos a los que en Italia se les ata a la cabeza, para que aceleren su trote, un palo del que cuelga un haz de heno que ven continuamente ante sus ojos y creen poder alcanzar.» (Arthur Shopenhauer)


A lo largo de mi vida y de mis crisis, una solución que encontraba para poder localizar el dolor que sentía (más bien, una manera de traducir el dolor emocional en dolor físico) era auto-lesionarme. Cogía la primera cuchilla que veía por casa, y la pasaba por mis brazos. Sentía alivio, era alivio de verdad. Tengo una bonita colección de cicatrices en las piernas. La mayoría de veces, escuecen un poco, después duelen, y después ya no sientes nada. Las prefiero mil veces al dolor emocional. A las heridas que hacen el dolor emocional.

Ésas duran para siempre.


Algunas veces creo que te fallan las formas, sinceramente. Si sabes que soy una persona sensible y que debes tener un poco de cuidado y cariño para decirme las cosas, por favor, no me grites. No me insultes. Cierro los ojos y se me cae una lágrima. Ha sido una tontería. Pensaba que no iba a suceder más, pero sigue pasando. Vivo en carne viva y, muchas veces, lo único que recibo son estufidos. Necesito una caricia. Sé que has pasado un mal día, yo también, estoy enferma; por favor, no me destroces. Pero lo hace. Todas las personas me destrozan de alguna forma u otra. Las hay quienes se arrepienten y siguen cuidándome. Las hay quienes simplemente se han acostumbrado a mi presencia y ya no quieren luchar por sacarme una sonrisa. Sólo quiero equilibrio emocional. El que ya tuve y perdí porque no sabía lo que tenía entre mis manos. No sabía gestionarlo, supongo que era inconcebible para mí. Pero sucedió.

Descubrir que tenía una enfermedad mental marcó un puente entre lo anterior y lo posterior. Dios, cómo necesitaría ahora mismo una puta caricia. 


Creo que hay muy pocas maneras de expresar lo que siento. No sé si queda amor para mí, pero es que creo que realmente ahora lo necesito. 



Sin querer, pienso todo el tiempo que estoy en el lugar incorrecto. Siento que nado contra corriente y que soy la única que lo está haciendo. La única que se esfuerza en eliminar un poco sus problemas del camino para que no obstaculicen a los demás, mientras que a los demás no les importa arramblar con todo a su paso. Ya sé que soy más delicada que todas las demás personas y sé que mis sentimientos y emociones son mucho más susceptibles, pero también empiezo a ser más consciente de que soy la única que lucha, al menos, por su mente. Porque a veces me fallan las fuerzas, pero no quiero que mi dolor se contagie a los demás; odio pagar lo que me ocurre con las personas que me quieren. Antes no podía controlarlo, y ahora sé más o menos. Sé que si digo lo que pienso, lo único que va a suceder es que me encarcelaré a mí misma. Condenarme a otra noche en vela pensando en lo que podría haber sucedido no es lo que necesito.

Necesito una caricia. Suspiro y cierro los ojos otra vez. Tratando de calmarme, haciendo un gran esfuerzo. No puedo evitar pensarlo todo el tiempo. Letras obsesivas recorriendo mi mente, a veces la posibilidad de un futuro alternativo sabe dulce.



Lo que me duele no puede curarse con medicamentos. No puedo detener mi propia mente y mis propios anhelos, aunque sea plenamente consciente de que no son los adecuados. Ése camino no estaba hecho para mí, tal vez no estuviese condenado al fracaso, simplemente se terminaba justo ahí. Pero parece que mi mente no quiere hacerse del todo a ésto. Quiere estar continuamente recordándome que en realidad tengo otros deseos, y que si surgiese la más mínima oportunidad, tal vez, me lo plantearía. Volvería a pensarlo. Volvería a ilusionarme.

Volvería.



It's you, it's you, it's all for you
Everything I do
I tell you all the time
Heaven is a place on earth with you
Tell me all the things you want to do
I heard that you like the bad girls honey, is that true?
It's better than I ever even knew
They say that the world was built for two
Only worth living if somebody is loving you
Baby now you do
~

Debo morir de esta lamentable locura.

« ¿He odiado yo alguna vez la vida, esta vida pura, cruel y fuerte? ¡Locura y malentendido! Sólo a mí mismo me he odiado, por no poder sopo...