«Si algo regala el cielo es sólo tristeza, y no da nunca nada sin quitar otro tanto; si los que aún no han venido vieran cómo sufrimos por culpa del destino, no vendrían jamás.» (Omar Khayyam)
En disonancia. No estoy en éste mundo, pero tampoco estoy en aquel. No estoy aquí, pero tampoco estoy allí. Pero éso no significa que deje de existir. Ni siquiera creo que signifique del todo que no pueda prestar a las cosas la atención debida. Se supone que ésto pasa porque hay una herida en el pasado, y no sé exactamente qué herida es. Puedo hacer suposiciones, y puedo tratar de hacer todo lo posible por mantenerme los pies firmes en la Tierra, pero no puedo asegurar nada. Es como si mi mente quisiese flotar. No quiere estar aquí. Aún recuerdo la media sonrisa de la psicóloga cuando le pregunté qué podía hacer para remediarlo. Me decía que ojalá lo supiera. No tiene las herramientas necesarias (ni ella, ni nadie) para hacer frente a ésto, y éso me entristece. Se me está complicando un poco el permanecer aquí, en el mundo de lo tangible. Tengo la sensación de que cada vez que bajo, aparece la tristeza. Sin duda alguna, es un fenómeno muy desagradable. Mi mente volando, y mientras yo atada aquí. Como si estuviese encerrada dentro de un cuerpo que está muerto. No me puedo mover. Ni siquiera puedo tener ansiedad. Sólo puedo permanecer quieta. Tratando de no hacerme daño. Ni a mí, ni a nadie.
Hace bastantes noches que no puedo dormir del todo tranquila. Antes solía tener ensoñaciones despierta, me imaginaba una vida muy diferente a la que tengo, quizás también con sus matices de dolor, pero creo que es un poco lo que mi corazón anhela; por éso conseguía calmarme y cerrar los ojos sin tanta angustia. Pero hace algunos días que ésas ensoñaciones no me calman, no me sirven para poder tranquilizarme y descansar. Me sorprendo muchas veces a mí misma contando ovejitas como tantas y tantas veces me han recomendado. Una, dos, tres, cuatro... y vuelta a empezar, todas las noches igual. Dormir es un poco lo que podría aliviarme de mis pensamientos evasivos (excepto cuando sueño, claro), y es una de las cosas que más me cuesta en mi día a día. Permanecer despierta es simplemente agotador. Cierro los ojos, noto que el cansancio invade mi cuerpo, pero sencillamente me es complicado dormir. Hay demasiadas preocupaciones en mi cabeza, preocupaciones irreales pero que me pululan.
Hay veces en las que pienso que estaría mucho mejor metida todo el día en la cama, pero algún espacio de mi mente trata de darme las fuerzas necesarias para continuar batallando con lo que quiera que me esté sucediendo. Claro que hay heridas en el pasado, ¿no?, todos tenemos de éso. Algunas personas las podemos afrontar de una manera, y otras de otra forma. Me da un poco de pena ser de ésas personas cuyos mecanismos mentales les llevan a la evasión. Disonancia cognitiva.
Al menos no es déficit de atención.
Ahora tengo muchas más obligaciones que cuando empezó el Verano. Supongo que éso es bueno, estoy aprendiendo a responsabilizarme y a llevar una vida como siempre la he querido: normal y tranquila. Pero tal vez la tranquilidad no está hecha para mí. Tal vez soy una de ésas personas que necesitan vivir en zozobra. O tal vez yo misma soy la zozobra, y es por éso que todo el mundo ha acabado alejándose de mí. Nadie puede vivir permanentemente en un barco al que atacan continuamente las tormentas. Es agotador. También para mí. No es placentero.
No son pocas las ocasiones en las que siento que mi entorno no me entiende. Más bien, no soy capaz de explicarles con certeza lo que me ocurre. Siento que por muchas veces que lo diga o que lo exprese, no consigo transmitirles lo muy doloroso que es pasar por lo que estoy pasando. A fin de cuentas, ellos no son responsables o no; ya he dejado de molestarles con mis tristezas. No me resulta nada fácil fingir una sonrisa. A veces se me escapa una, pero de repente vuelvo a entristecerme por motivos que realmente no entiendo. ¿Será que necesito descansar? Por más que duerma, termino despertando con angustia. Mi cabeza no puede más. Me duele físicamente.
Quiero cerrar los ojos y dejar de soportar esta presión.
Establecer contacto con la realidad.
Anoche miré la báscula. 45 kilos. Esto empieza a ser preocupante.
Rectifico, acepto mis errores y me pesan,
duele tanto el corazón que ya ni siento la cabeza...
Soy de esas que canalizan el dolor de mala forma,
de las que se hieren a si mismas casi por norma;
y no es normal, si yo lo sé, me exijo tanto que me duelo.
No me fío de nadie por los que me tomaron el pelo.
Y dime tú si estuvo mal volcarme en corazón y alma,
si no sé querer a medias y encontrar así la calma.
Las palmas levantadas,
aunque jamás me rendiré,
mi orgullo a flor de piel y lo que digas al respecto ya lo sé...
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