viernes, 18 de mayo de 2018

Melancolía; esa nada que duele.

«Me sentía solo, pero no de una manera mala. De verdad me gustaba estar solo. Quizá me gustaba demasiado.» (Aristóteles Y Dante Descubren Los Secretos Del Universo)


Otra vez el vacío al despertar, las ganas de no haber abierto los ojos, las lágrimas medio secándose en la almohada. Sólo ha comenzado un nuevo día y ya presiento que va a ser horrible. Y sé que esto es algo que me regañarían, por aquella estúpida suposición de que «todo es depende de la manera en que quieras mirarlo», pero ¿y si soy verdaderamente incapaz de observarlo desde otra perspectiva? ¿A qué vienen todas las exigencias del mundo para que cambies tu actitud, sin pararte a mirar que realmente no puedes hacerlo? Estoy soberanamente frustrada y no sé cómo cambiarlo o de qué manera corregirlo. 

Estoy cansada de estar defectuosa.


No sé exactamente de dónde procede esta frustración y tampoco sé cómo gestionarla. Se supone que deberían haberme dado algunas herramientas para hacerlo, pero con honestidad, cada vez estoy más cansada de estar luchando. Es como si estuviese en una barca en mitad del océano; ha empezado al llenárseme de agua y tengo que estar cada cinco minutos desaguándola, tirando con un pesado cubo de madera todo el agua que ha caído dentro para poder seguir a flote. Llega un momento en el que tus brazos se cansan y ya no puedes más. Casi incluso comienzas a imaginar cómo será tu vida ahí en el fondo, si de verdad no viene nadie a remolcarte. Miras a tu alrededor una y otra vez. No, nadie parece estar dispuesto a ayudarte. No obstante, y como colmo de la ironía, estoy rodeada de barcos navegantes.

Ayer por la noche estuve imaginando cómo sería todo si acabase. A lo que me refiero es a que estuve sopesando con calma mis opciones. Podría continuar hacia adelante con este peso (quizás demasiado para mí), o rendirme y quedarme justo como hace muchos años antes de que él se fuera; bajo las sábanas de la cama, compadeciéndome, empastillada las veinticuatro horas del día pero feliz al fin y al cabo; o simplemente terminar con todo.

Siempre llevo apuntado en una nota cuáles son las medidas de alcohol y pastillas que se necesitan para suicidarse.


No obstante, y como ya he mencionado en otras ocasiones, soy una cobarde. Y quizás no sea tanto así, sino que lo que sucede es que jamás me perdonaría el hacer daño a las personas que supuestamente me quieren. Sé que sufrirían con mi partida y que hay cosas que no pueden superarse jamás, así que estoy asfixiantemente atada a la vida. Tratando de mantenerme a flote como puedo, cansándome y sin que los demás vean realmente todo el esfuerzo que estoy realizando. No, nadie va a ayudarme, eso ya ha quedado bastante claro.


Anoche me rompí.

Estaba en la cama, ya había tomado mi correspondiente pastilla ansiolítica, y estaba esperando (mientras leía un libro) a que esta hiciese algo de efecto. Pero no sucedía. Tenía un horrible nudo en la garganta provocado por el desafortunado comentario que recibí el otro día y me veía incapaz de continuar con aquella pantomima. ¡Estaba literalmente destrozándome por dentro! Respiraba profundamente una y otra vez, no sabía qué podía hacer. Bueno, ¿y qué tal si probaba aquello que tanto me habían repetido hasta la saciedad? Lo de pedir ayuda, digo. Lo intenté el otro día, pero nadie respondió a mis súplicas. Al parecer, todos estaban demasiado ocupados para contestar a mis llamadas. Pero ¿por qué no dar otra oportunidad a la vía de la ayuda?

Escribí.

Recuerdo que estaba muerta de la vergüenza y que estaba aguantando como podía las lágrimas dentro de mis ojos, pero éstas empujaban con violencia y comenzaron a pasearse por mis mejillas. La pantalla del móvil cegándome y yo presionando las teclas como buenamente podía para explicar que había un monstruo dentro de mí molestándome. Mis padres, en la otra habitación, no podrían haberse imaginado nunca el horror que estaba viviendo yo en la mía. Y menos mal.


Seleccioné a dos o tres personas con las que más o menos tenía confianza para contarles lo que me sucedía. En el mensaje decía que me sentía abruptamente mal y no sabía por qué, que lo único que deseaba desde hace algunos años era morirme y que por favor encontrasen alguna manera de ayudarme. Confiaba en ellos. No quería ejercer ningún tipo de presión, simplemente necesitaba hablar, desahogarme. Miré la hora. Sí, era una hora prudencial para que estuviesen despiertos, ¿por qué no me contestarían? Bueno, quizás se asustasen un poco por el contenido de mensaje, pero ¡seguro que me prestarían ayuda! Al menos, me escucharían...

Cuán equivocada estaba.


Pasaban las horas y nadie daba señales de vida. ¡Hasta hace dos minutos habían estado hablando conmigo, ¿qué diantres sucedía?! Nadie contestaba. No obstante, seguían activos en las redes sociales. No pude aguantar esta vez las lágrimas. Me estaban ignorando. Quise llorar y así lo hice. No sé por qué, el nudo de mi garganta estaba como conteniendo el desastre natural que se estaba cocinando en mi interior; era como que no me dejaba romper mi caja torácica y empezar a expulsar todo lo que me dolía. La compuerta para expulsar al monstruo estaba cerrada a cal y canto. Pero no podía hacerlo. Algo había que me lo impedía, tal vez el molestar a mis padres, que estaban durmiendo al lado. No supe muy bien qué hacer o cómo reaccionar ese momento, sólo sé que borré los mensajes para que no pudiesen leerlos y no caer en ridículo con un: «Perdona, no puedo atender el móvil, estoy con mis amigos», como me había dicho tantas veces.

«No puedo estar pendiente del móvil.» Y es cierto. Las personas no pueden estar todo el tiempo atentas al teléfono para mí. Al fin y al cabo, ¿qué soy yo? Un trozo de carne insignificante, una mota de polvo cósmico en el Universo. No soy la única ni la última a la que le sucederán estas cosas, así que rápidamente no dejé rastro de lo que me estaba sucediendo. Guardé el teléfono móvil y me dispuse a intentar dormir sobre mi lecho de lágrimas.


Algo cambió en mí por dentro, no sé muy bien el qué ni cómo. Nunca he sido de aguantar mis berrinches en solitario, pero últimamente estoy aprendiendo a hacerlo.

Y no le está haciendo ningún bien a mi alma.

Se resquebraja.

(No tengo a nadie.)


He's comin' home with his neck scratched, to catch flack
Sweat jackets and dress slacks, mismatched
On his breath's Jack, he's a sex addict
And she just wants to exact revenge and get back
It's a chess match, she's on his back like a jet-pack
She's kept track of all his Internet chats
And guess who just happens to be movin' on to the next
Actually, just shit on my last chick and she has what my ex lacks
'Cause she loves danger, psychopath
And you don't fuck with no man's girl, even I know that
But she's devised some plan to stab him in the back
Knife in hand, says their relationship's hangin' by a strand
So she's been on the web lately
Says maybe she'll be my Gwen Stacy, to spite her man
And I know she's using me to try to play him, I don't care
Hi Suzanne, but I shoulda said "Bye Suzanne"
After the first night, but tonight I am
~

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